Pequeño Ender

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NARRA ENDER PADRE 

Habían pasado un par de días, mis heridas ya estaban sanadas por completo. Nadie había venido a preguntar nada de lo sucedido después de hablar con Ender, así que el trato debía seguir en pie. 

Me vestí y arreglé como me habían enseñado a hacerlo desde mi infancia, siempre cuidando cada detalle. Al ser de una familia importante y un futuro rey todo debía ser perfecto, incluso ahora que eso ya no tenía nada que ver conmigo ni mi familia era inevitable no hacerlo, ya era parte de mi personalidad. 

Salí de la habitación, enseguida un dulce aroma llamó mi atención. Caminé hacia la cocina encontrándome a ese humano que tanto adoraba Sooka, parecía estar tan concentrado cocinando que no se percató de mí. 

—¿Dónde está Sooka? 

Pregunté tomando una de las fresas que estaban sobre la barra que separaba la cocina del comedor. Él se sobresaltó tanto que casi tira el sartén donde cocinaba. 

—Ah, no vi cuando llegó. Sooka fue a conseguir leche, creo. 

Respondió nervioso, lo miré incrédulo. 

—Él no puede beber leche. 

Respondí, aunque me imaginaba porque había ido a buscarla. Él asintió nervioso. 

—Lo sé, insistí en que no fuera pero quiso hacerlo. Es que desayunaré con ustedes hoy. 

Respondió fijando la mirada en lo que estaba haciendo quizá intentando no mostrar su nerviosismo. 

—Aún no entiendo porque te adora tanto. 

Respondí aburrido, él se encogió nervioso. 

—Dice que soy como un hijo para él, aún no lo entiendo. Pero creo que es algo similar entre ustedes, él ha mencionado que lo ve como un padre. 

Respondió, asentí con la cabeza. 

—Pero eso no nos va a relacionar, ni se te ocurra decirme abuelo o algo así. 

Advertí, él rió divertido negando con la cabeza. Antes de que pudiera decir algo Sooka regresó a la casa. 

—Ah, te has levantado ya. Vamos a desayunar juntos, Stevens dijo que nos iba a sorprender con unas “Chuladas con merlada de fresas”. 

Anunció con una sonrisa amable, no entendí que era eso pero Stevens comenzó a reír ruidosamente. Aquello me molestó, lo miré esperando saber el motivo de su escándalo. 

—Son “Chuletas con mermelada de fresa”. Seguro que les gustarán.

Dijo comenzando a servir los platos, Sooka sonrió asintiendo dejando el frasco con leche sobre la mesa. Se acercó a mí palmeando mi hombro. 

—Pareces de buen humor, ¿hoy es el día? 

Preguntó, Stevens me miró curioso pero no comentó nada. 

—Sí, si es que Ender no se ha arrepentido. Pero no le conviene hacerlo, perder el honor y credibilidad de su palabra sería el menor de sus problemas. 

Amenacé, Sooka negó con la cabeza. Stevens dejó los platos sobre la mesa, nos sentamos y sólo entonces se animó a preguntar. 

—¿Qué es lo que sucede hoy? ¿Qué tiene que ver con Ender? 

Preguntó curioso. Noté cómo lo nombraba con molestia. 

—Ender irá a conocer a su nieto, su hijo se lo ha prometido. 

Respondió Sooka usando el nombre para referirse a mí, ya que jamás llamaba a mi hijo por su nombre. Sabía que sentía una clase de celos o molestia hacia él, quizá lo había transmitido a Stevens quien lo nombraba con desprecio. 

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