En Casa

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NARRA ENDER 

Habíamos salido cuando apenas se comenzaba a ocultar la luz del sol, Zarah y mi padre no querían perder más tiempo y tenían razón, eso implicaría pasar más tiempo juntos con más discusiones y peleas. 

Por suerte era un anochecer nublado, Zarah no correría peligro por los últimos minutos de luz. Caminábamos en silencio, sin mirarnos, sin tener contacto de ningún tipo. 

Ella encabezaba la caminata, de repente revisaba el mapa pero no se detenía para nada. Miré a mi padre, las manos dentro de los bolsillos de su chaqueta y su mirada perdida. Algo gobernaba sus pensamientos, algo parecía intrigarle demasiado, en especial porque antes de salir Elbert mandó a llamar a Zarah para hablar a solas. 

Caminamos largas horas en silencio hasta que al cruzar un bosque mi padre se acercó a un árbol, se estiró hasta tomar una manzana y después de limpiarla un poco le dio una gran mordida, mi estómago rugió al verlo. Habíamos estado caminando sin tomar en cuenta el tiempo. 

Zarah lo escuchó masticar y volteó a verlo, sin detenerse buscó en su bolsa y sacó unas galletas. 

—Alice me dio esto para el viaje, no es mucho pero fue muy amable. 

Dijo caminando en reversa para ofrecernos algunas de esas pequeñas pero dulces golosinas. 

—¿Y morir envenenado? No gracias. En especial si vienen de ese lugar de locos que espían al End. 

Dijo mi padre de manera grosera para después darle otra gran mordida a su manzana, ella miró hacia mí. 

—Gracias. 

Fue lo único que dije al tomar un par de estas. Yo mismo le había aconsejado mil veces a Cindy no aceptar comida de extraños o procedente de sitios sospechosos, pero quería confiar en Zarah, en especial porque ella comenzó a comer una con muchos ánimos volviendo a mirar al frente. 

—Cindy adora estas cosas, Skeleton dijo que las robaba de la cocina en la aldea donde estuvieron. 

Comentó, mi padre resopló mirándome de reojo. 

—No es extraño que se comporte así, después de todo con quienes se ha estado juntando todo este tiempo.

Dijo, le regresé una mirada molesta, en especial porque sabía que ni siquiera estaba seguro sobre quién hablábamos. 

—Supongo que tienes razón, está en nuestra sangre, ¿cierto? Robar el trono a la reina del End y robarle la libertad a todos los demás endermans. 

Dije lo primero que se me ocurrió y que sabía que lo molestaría. 

—Nosotros no robamos nada, seguimos tradiciones. 

Respondió tranquilamente dando otro mordisco a la fruta. 

Ahora esta iba a ser su excusa para no hacerse responsable de todo lo que ocasionó. 

—Creo que es mejor ir en silencio. 

Opinó Zarah, mi padre no respondió nada, siguió caminando y disfrutando de su manzana como si nada le afectara. Deseaba poder regresar al refugio, ir al End, deshacerme de este poder y de mi padre y luego poder vivir tranquilo en el refugio. 

Caminamos hasta que el sol comenzó a asomarse, pero ya habíamos pasado el sitio donde descansamos de ida desde hace algunas horas. 

—¿No te derrites con el sol o algo así chica de porcelana? 

Preguntó mi padre, lo miré sin comprender si estaba preocupado o se estaba burlando, en especial porque no lo dijo en un tono que pudiera tomarse a mal. 

Vida En Un Mundo LocoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora