Dos

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Solo faltaban dos horas para llegar a Washington D.C, y aunque había viajado en avión incontables veces, siempre era una tortura que significaba lo mismo para Tom.

Miedo, profundo miedo, dolor de cabeza y ganas de vomitar.

—Ya cálmate, todo va a estar bien... —comentó Julius desde el asiento junto al suyo—. Es increíble que aun te siga asustando un simple viaje en avión, ya vamos a llegar...

—Cierra la boca... —murmuró el londinense, mientras ponía su cabeza entre sus propias piernas—. No me siento nada bien, deberías comprenderme...

—Claro, claro, campeón, toma un poco de esto. —dijo dándole una botellita de agua, típica en la mayoría de las aerolíneas.

Un rato después, la traumática experiencia llegaría a su fin con el aterrizaje del avión.

Al salir del aeropuerto, un automóvil los estaba esperando a los dos.

҉    A Tom Hiddleston, actor, británico, treinta y tantos años. Personalidad especial, vida escabrosa.

҉    Y a Julius Kane, manager de Tom, cincuenta y tantos, británico, pero para la sorpresa del lector, un mal educado. Patán, pero con buenas estrategias de marketing y buenos contactos. Un imán de libras.

—Disculpe, señor, —habló Tom al chofer cuando este encendió el vehículo—. ¿Cuánto demora el viaje hasta nuestro destino?

El hombre miró por el retrovisor por un segundo, seguramente analizando el acento del alto actor inglés.

—Charlottesville está a dos horas y media, señor.

—Gracias, señor.

Se acomodó en su asiento y cerró los ojos para descansar.

Si se sabía hábil de soportar los movimientos de algún medio de transporte, incluso hasta el punto de caer dormido, ese sería siempre un auto o inclusive un bus, pero jamás un avión, había estado en vuelos de hasta veinte horas, pero nunca pegó un ojo.

Mientras descansaba, soñó muchas cosas sin sentido, que se borraron de su mente cuando Julius comenzó a tocar repetidamente su hombro, para así despertarlo y señalarle que ya habían llegado.

—¡Te dije que te sentirías como en casa en este lugar! —vociferó el rubio antes de soltar una risa rasposa.

Tom lo miró con displicencia.

En la fachada de piedra del hotel se leía "English Inn".

—Búrlate, rechoncho.... sabes que no hay lugar en el mundo que se asimile a la vieja Inglaterra.

—¡Vamos, Tom!, debes intentar sentirte lo mejor posible, serán dos meses de grabación aquí, tienes que dar tu cien por ciento, todos confiamos en ti y...

—Ok, ok, ok, ya entendí, lo sé, también leí el contrato, Kane, relájate. —dijo Tom mientras frotaba su entrecejo.

Unos botones llevaron todas sus maletas a sus respectivos cuartos.

A Julius le dieron un cuarto estándar, mientras que a él le dieron la suite ejecutiva. Consistía en una linda habitación bastante amplia, con una cama King, escritorio, computadora, baño privado, una pequeña cocina y una linda vista hacia... ¿el estacionamiento? Bueno, no todo podía ser perfecto.

—¿Aún alcanzamos el desayuno? —preguntó Tom.

—Lo lamento, señor. El desayuno se sirve hasta las nueve. —respondió la recepcionista.

Panacea UniversalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora