Treinta

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Dejaron las cosas en orden esa noche, guardando todos los objetos con cuidado en unas cuantas cajas que les dio Cynthia. Ya por la mañana vendría un camión de la empresa de mudanzas para llevarlo todo hasta Charlottesville.

Cada uno se durmió en su respectiva cama aquella noche, mientras en silencio, dentro de su mente, en realidad deseaban tener al contrario junto a ellos.

En la mañana, Amelia fue a la funeraria para buscar las cenizas de su madre, las cuales le fueron entregadas dentro de una pequeña vasija cerámica. Mientras ella se ocupaba de eso, envió a Tom al centro comercial para devolver el anillo, junto a Cynthia para fiscalizar el rembolso.

En la tarde, luego de almorzar en la casa Blake, los miembros de la familia se ofrecieron para ir a dejarlos al aeropuerto.

El mismo señor Blake faltó al trabajo para despedir a su estrella favorita del cine.

—Espero estén bien, pueden venir a visitarnos cuando quieran... —habló Cynthia.

—Muchas gracias por todo, ya saben que están invitados al estreno de la obra... —recordó Tom, ofrecimiento que hizo en la cena del día anterior—. Solo avísenme, yo me encargaré de conseguirles boletos...

—Lo agradecemos... nos encantaría ir, pero ese día tengo una reunión muy importante en Denver... —dijo el señor Blake.

—En otra ocasión será... —dijo Cynthia—. Muchas gracias...

Amelia los abrazó a todos, incluyendo al pequeño Benjamin.

—Pórtate bien... —susurró.

—Adiós, tía Amelia...

Tom le dio la mano al pequeño.

—Fue un gusto conocerte, señorito Blake...

—Adiós, tío Tom...

—¿Tío Tom? —rió el británico—. Suena bonito...

—Fue Richard quien se lo enseñó... —Cynthia se cubrió el rostro con vergüenza.

—No se preocupe, de verdad me agrada...

Posterior a otro par de abrazos y apretones de mano, Amelia y Tom subieron al avión con destino a Charlottesville.

—¿Cuándo te gustaría viajar a San Petersburgo? —preguntó el hombre mientras abrochaba su cinturón.

—No lo sé, primero tengo que hablar con el señor Fitzherbert...

—De todos modos deberías tomarlo con calma... —sugirió él—. Te mereces un descanso luego de todo esto...

—Sí, tienes razón... —murmuró la chica—. La verdad es que creo que debo ordenar todo y luego veré que hacer, no puedo pensar en nada todavía, una parte muy importante de mí está viajando en unas cajas...

—Pero es el envío Premium, llegarán mañana y a salvo, ya no te preocupes...

Amelia respiró hondo y lo miró.

—¿Cómo te sientes tú?

—¿Yo? —preguntó de vuelta el hombre.

—Sí, a ti te hablo, no conozco a nadie más en todo este vuelo... —respondió.

—Estoy bien, estoy contigo.

—No seas exagerado... —Amelia lo observó de lado.

—No estoy exagerando...

—Te quiero, Tom. —lo interrumpió ella.

El londinense la miró con una sonrisa.

—Es mucho más bonito escucharlo de tus labios, que leerlo de tu pluma...

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