Cinco

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Al ser las seis de la mañana llegó una muchacha y un muchacho, ambos enfundados en el uniforme del local, señalando así el fin del turno de Amelia.

Un rato después del extraño acontecimiento nocturno, la mujer llamó al gerente desde el teléfono de la cocina. El administrador del local, además de expresarle su molestia, tanto por la hora de la llamada como por lo ocurrido en sí, le dijo que el precio total de la cafetera sería retribuido mensualmente, en un descuento de su sueldo. Él quería cobrarle la totalidad de inmediato, pero su salario no alcanzaba para algo así, ya que aquella era sin duda una máquina costosa.

Fue hasta los casilleros en el comedor de los trabajadores, se puso su chaqueta, tomó la tarjeta del transporte público y la metió a su bolsillo. Se colgó su vieja mochila a un hombro y salió del lugar por la puerta de atrás.

Al igual que todos los días, no se quitó el gorro ni la malla de la cabeza, ya que seguía sintiendo vergüenza de su cabello, a pesar de que posterior a dos semanas de tratamiento este ya estuviera relativamente sano. La costumbre actuaba por ella.

Luego de estar un rato esperando en la parada, se aproximó el bus que le llevaría a la estación. Subió, pagó y se sentó en un asiento al azar.

Lo primero que hizo fue sacar el cheque de su bolsillo. Lo estudió con delicadeza, recorriendo cada centímetro con cuidado. Tenía la firma de ese tal Tom hecha a la rápida, pero, de todos modos, los trazos eran delicados. Había escrito también el nombre de ella. En la parte superior del cheque estaba grabado el nombre del banco y otros tantos datos.

Nunca había sostenido un cheque en sus manos, en el trabajo no los aceptaban, así que no había tenido la oportunidad.

Obviamente no lo aceptaría, pero era un gesto que para muchos podría resultar admirable, aunque la verdad era que para Amelia era bastante idiota hacer algo así, ¿Qué tal si ella hubiese sido una persona diferente?, ¿Qué tal si escribía un millón de dólares en el cheque?, él debía estar muy loco para hacer algo así.

Quizás la gente es diferente en Inglaterra, terminó por pensar.

Su acento lo había delatado con el primer "hola".

Después de tomar el segundo bus llegó a casa casi cuarenta minutos después. Se sacó el uniforme del trabajo, quedando solo en ropa interior, para así meterse a la cama.

Lo necesitaba demasiado.

Ajustó su alarma para que la despertara en la tarde y cayó presidiaria del sueño un minuto después.

Mientras Amelia dormía, Tom estaba en una reunión.

Decidieron hacer algunos cambios al libreto de forma repentina, así que concluyeron que todos los actores debían estar ahí para enterarse inmediatamente.

—¡La reunión más aburrida de la historia!, hubiese preferido que me enviaran un correo, habría sido más fácil enterarme de las comas que borraron del libreto. —dijo Tom en dirección a Julius cuando ya iban camino al hotel.

El hombre rubio soltó una carcajada.

—Querido Tom, sé que en el fondo te gusta la historia, jamás aceptas nada que no te agrade...

El inglés enmudeció por unos segundos.

—Pero este director es un novato aún, eso me molesta, hace las cosas más complicadas. —afirmó Tom mientras aparcaba en el estacionamiento del hotel, conduciendo el auto que le habían prestado mientras duraran las grabaciones.

—Y eso significa perder dinero.

—¡Oh, Julius!, quita de tu frente ese símbolo de la libra esterlina, esto es arte...

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