Cuando Tom despertó, ya pasadas las once de la mañana, se levantó con un terrible dolor de cabeza, y caminó sujetándose de los muebles para entrar al baño. En su camino al inodoro, pisó algunos cristales rotos que hirieron sus pies, pero solo los sacudió e ignoró el dolor.
Vomitó largamente, hasta que se sintió mejor.
—Amelia... —fue su primer pensamiento racional del día.
Fue a su habitación con rapidez, necesitaba tanto hablar con ella, como necesitaba una taza de té.
Llamó a la puerta, tocando varias veces, además de decir su nombre, pero nada se oyó desde el interior.
Determinó abrir la puerta.
—Moró mou... —murmuró caminando hacia la cama.
Miró las cosas que estaban sobre su lecho, todos los regalos que le había dado, acomodados a la perfección, como para ser encontrados y causar más dolor y aflicción.
Había una pequeña nota, tan pequeña que demostraba desinterés y apuro, al igual que su caligrafía tiritona.
"Te prometí que jamás te abandonaría, pero tú una vez me prometiste que jamás me levantarías la mano. Toma terapia, Thomas, y hazlo por ti, porque yo ya no volveré, pero eso no significa que tú no puedas ser mejor persona. Despídeme de Omar y Jane, por favor. —Amelia Wiśniewski."
—No... no... —comenzó a decir—. ¡No!, ¡no! —terminó por gritar.
Corrió a su habitación por su teléfono, y comenzó a marcarle desesperadamente a la mujer, pero ella ni se enteró de sus llamadas, ya que había bloqueado su número en la madrugada.
A esa hora la mujer desayunaba tranquila junto a Ben, mientras observaban enternecidos cómo Nelly amamantaba a sus pequeños gatitos, solo había tenido tres, así que Benedict había decidido que los conservaría todos. Amelia respondió muy contenta a su idea, ya que a ella le gustaban mucho los gatos.
Tom no sabía cómo reaccionar.
Se había ido.
De verdad lo había hecho.
¿Dónde estaría?, ¿habría pasado la noche en la calle? Ella era capaz de hacerlo, de todos modos, ya lo había hecho antes.
Se sentó en la cama luego de haberle marcado por décima vez, lanzando su teléfono hacia la alfombra.
—Lo arruiné... mierda, lo arruiné... —sostuvo su cabeza entre las manos, tratando de pensar con claridad.
¿Dónde estaría?
Era la pregunta que no lo dejaba moverse de la cama.
No conoció a ninguno de todos los amigos que supuestamente Amelia había hecho en la universidad, y no recordaba el nombre de nadie más aparte de Beatriz, de quien no conocía ni el rostro, ni menos una dirección o un número de teléfono.
Era domingo, y su cuerpo estaba aporreado y cansado.
El único deseo que tenía era seguir bebiendo, sin encontrar otra escapatoria más.
Amelia, otra mujer que escapaba de sus brazos cuando la pensó segura para siempre.
Otro para siempre que se rompía.
Don't forget to ★
✒Mazzarena
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Panacea Universal
Fanfiction❝El que jamás ha llorado y sufrido en soledad, nunca podrá entender cuan dulce puede llegar a ser el verdadero amor❞ ➤En lugar de una larga parrafeada contándote de qué se trata esto, prefiero dejarte algunos comentarios de mis queridas lectoras: ❝L...