Catorce

230 47 7
                                    


—Thomas... —regañó Amelia con su noto de voz.

—Ya, no me digas nada.

Ella negó con la cabeza mientras sonreía.

—El doctor me dio estos folletos... —explicó sacándolos desde el bolsillo interno de su chaqueta—. Los leí, y hablan sobre las cosas que debes y que no debes hacer para comenzar a recuperarte.

—¿Resumen? —preguntó tomando los folletos y mirándolos de soslayo.

—Debes comer muy sano y ejercitarte...

—Dos cosas que no sé hacer...

—Pero adivina quién sí... —habló coronando con una sonrisa.

—¿Tú? —inquirió ella divertida.

—¡Eureka!, vamos al supermercado, te voy a enseñar a comer de una manera deliciosa, pero muy saludable también...

Tom se puso de pie y ofreció su mano a Amelia.

La chica la aceptó y también se levantó de su silla.

—Tom...

—¡Vamos!

Ella se cruzó de brazos y lo miró de lado.

—Está bien, déjame buscar mi billetera y las bolsas.

—¡Muy bien!

Un par de minutos después ya estaban doblando por la avenida, para dirigirse al supermercado que frecuentaba Amelia, mientras eran dirigidos por el GPS del inglés.

—No entiendo por qué eres tan amable conmigo... —musitó ella de sopetón—. Lamento decirlo así, pero debes comprender que me resulta difícil de aceptar así nada más... la gente no es así por aquí...

Tom la miró y notó que ella se sentía algo incómoda.

—No te sientas mal, Amelia... tampoco le des muchas vueltas... —trató de explicar—. Yo solo quiero ayudarte, imagino lo difícil que debe ser estar en tu posición... y si yo fuera tú, sé que no me gustaría pasar por todo esto en soledad... te acaban de operar, no iba a dejar que vinieras sola al supermercado y que tuvieras que cargar con unas bolsas enormes en el transporte público, eso no es bueno para ti...

Ella lo miró y sonrió de lado, guardando silencio hasta cuando estuvieron llegando al supermercado.

—¿No crees que causarás demasiado revuelo?, digo, eres Tom Hiddleston...

—Correcto, soy Tom Hiddleston...

—Tom...

—Tengo un plan. Siempre traigo conmigo un gorro y unos lentes, no te preocupes por eso. Si quieres los ves, están en una bolsa en la guantera.

Amelia abrió la guantera y tomó la bolsa, la cual le reveló una peluca, un bigote falso, unos lentes y un gorro.

—¿Es en serio? —interrogó Amelia entre risas.

—¿Qué tiene de malo? —contestó Tom con cinismo.

—Eres un ridículo... —espetó mirándolo con una sonrisa—. Pero, de todos modos, es una buena idea.

—No sabes lo bien que me queda ese bigote...

—Me lo imagino... —musitó divertida. 

Al llegar al estacionamiento del supermercado, Tom se puso los lentes y gorro, para después cambiar su chaqueta por una sudadera que tenía en el asiento trasero del auto.

Panacea UniversalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora