Ciento seis

133 23 7
                                    


Amelia estaba preparándole una sopa de pollo a Tom, mientras tranquila oía una lista de reproducción repleta de Jazz, pero, de sopetón, la música que estaba escuchando se detuvo, señalando que había una llamada entrante en su celular.

Se limpió las manos con una servilleta, y cogió el teléfono.

—¡Hola, Ben! —saludó contenta—. ¿Cómo estás?, ¿qué tal el clima por Melbourne?

—Caluroso, es raro sentir tanto calor por estas fechas, pero así es Australia... —murmuró divertido—. ¿Cómo estás tú?

—Bien, estoy cocinando el almuerzo... sopa de pollo es el menú de hoy...

—Pensé que ibas a acompañarlo, no a ser su sirvienta... —reclamó tratando de hacer parecer su comentario una broma, pero fallidamente.

—Benedict... es solo una sopa, a él le gusta, y me pidió el favor de preparársela... —susurró ella.

—Está bien... lo entiendo... —terminó por responder—. Oye, cariño... feliz navidad...

Ella sonrió ampliamente.

—Es la una de la tarde aquí... aún falta para que sea navidad... —musitó divertida.

—Pero ya son pasadas las doce de la noche por estos lares... tenemos once horas de diferencia...

—Vaya... no tenía ni idea de que teníamos tanta diferencia de horario... —farfulló asombrada—. Feliz navidad entonces, Ben... —le deseó con una enorme sonrisa en su rostro—. Te amo...

—Yo también te amo... —respondió él del mismo modo—. Y te extraño un montón... este ha sido el mes y medio más largo de mi vida...

—Para mí también... pero ya nos veremos, hay que ser pacientes... —habló con tristeza—. Cuídate mucho, Ben... tengo que mirar la tarta de manzana...

—¿Y también le hiciste una tarta de manzana? —preguntó asombrado—. No me castigues así, Amelia...

Ella soltó una carcajada.

—Esa es para la noche...

Él guardó silencio por unos segundos.

—¿Pasarás noche buena con él? —inquirió en un susurro.

—No quiero que esté solo... —respondió ella—. Tú me entiendes, ¿no?

—Sí... —musitó—. Hablamos mañana, cariño...

—Ten una buena noche, Ben... —murmuró ella.

Dieron la llamada por concluida.

—¿Cómo está él? —escuchó a sus espaldas, haciéndola saltar del susto.

—Por dios, Thomas... no me espantes de ese modo... —le reclamó.

—Lo siento... no pude evitar escuchar cuando te despedías de él... —se disculpó Tom.

—Está bien, se encuentra en Australia... —respondió mientras abría el horno—. Tiene una conferencia en la universidad de Melbourne en unos días, debía estar allí antes por temas de organización, así que le llegó la navidad en ese lado del mundo...

Él soltó un "Uhmnn", con el clásico tono de, "comprendo, y la verdad no me sigas contando, porque no me interesa".

—¿Qué estás haciendo? —preguntó allegándose a ella.

—Una tarta de manzana... es para acompañar el té en la tarde...

—Huele muy bien, gracias por preocuparte... —habló él.

Panacea UniversalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora