—¿De verdad lo adoptaste en New York? —inquirió ella mientras acariciaba a Bobby.
—Sí, estaba en un albergue... era un pequeño cachorro... es increíble ver cuanto a crecido... —comentó Tom.
Estaban sentados uno frente al otro, en un sofá en forma de L, arropados con unas cobijas, mientras bebían té y los troncos en llamas chisporroteaban dentro de la chimenea.
—¿Crees que vaya a nevar pronto? —preguntó Amelia mirando por la ventana.
—Es posible... muy posible, la verdad... —dijo él—. No suele nevar tanto en Londres, pero es común que por estas fechas caiga una pequeña nevada...
—Hace tanto que no veo nevar de verdad... con esas capas de nieve sobre las calles que apenas te dejan avanzar... —murmuró observándolo de lado—. ¿Recuerdas la manera en que nevaba en Charlottesville?
Él sonrió mientras rememoraba.
—Cómo olvidarlo... arruinó el motor de mi auto, y tuve que ir a nuestra cita en un autobús, que, por cierto, me dejó a siete malditas cuadras de tu casa...
Amelia soltó una pequeña risa mientras lo escuchaba.
—Me sentí muy culpable cuando te vi en la entrada... —musitó ella—. Además, no tenía ropa que te quedara, parecías un espantapájaros con mis pijamas viejos...
—Sí, tienes razón... —habló sonriendo—. Pero me la pasé muy bien...
—Yo también...
—Aún tengo el Oscar que me regalaste esa noche... tu manera de imitar el acento británico siempre me hará reír... —dijo divertido.
—Búrlate, te lo permito... —comentó dejando su taza de té sobre la mesa de centro—. Nunca perderé mi acento estadounidense, y no me acompleja...
Él soltó una carcajada.
—Los nominados a los Oscars serán anunciados en tres días... —habló Tom cubriendo mejor sus piernas con la manta—. Muchos dicen que tengo oportunidad de estar nominado a mejor actor por la película que hice con Dorian...
—¡Eso es genial, Tom! —habló sonriendo—. ¿Y cómo te sientes al respecto?
—Era mi sueño... —susurró él—. Ganar un Oscar, e impulsar aún más mi carrera... ahora lo único que deseo es llegar vivo a marzo...
Ella se inclinó hacia adelante, y tomó su mano, pero no supo bien cómo responder a aquellas palabras.
—¿Irías conmigo a la premiación? —inquirió él de sopetón—. Si llego a estar nominado, sé que no ganaré, pero seré invitado al evento de todos modos...
—No lo sé, Tom... —dijo ella soltando su mano con delicadeza—. No creo que sea una buena idea...
—¿Por qué dices eso? —preguntó él.
—Estás enfermo, Thomas... lamento recordártelo de este modo... —musitó la mujer con tristeza—. Noto como cada día te cuesta más levantarte de la cama... o de una simple silla... también sé que vomitas a escondidas de mí, te he escuchado... y aunque intentes hacerme creer que estás bien, sé que no es así...
Él guardó silencio ante sus palabras.
—Y por supuesto que te acompañaría a la estúpida premiación... —terminó por decir—. Pero debes saber que estoy muy en desacuerdo con la idea...
—Nos vendremos temprano... —murmuró divertido—. Será solo un rato...
—Está bien... —terminó por aceptar—. Pero yo elegiré mi vestido...
Él soltó una carcajada.
—Tu vestido verde está en el armario de tu habitación... —susurró él—. Podrías usarlo si quieres...
—Quizás...
—Ese vestido te quedaba precioso... —musitó sonriendo—. Sería un gran regalo para mí verte usarlo otra vez...
—Basta, Thomas... —dijo cubriéndose la cara.
—Pero si es verdad... —habló él divertido—. Ese color quedaba magnifico con el tono de tu piel... y el color de tu cabello...
—¿Ves que estás obsesionado con el color de mi cabello? —inquirió mirándolo—. Todo es sobre mi cabello...
—Aunque fueras calva, yo te amaría lo mismo que te amo ahora... —murmuró Tom.
—Si fuera calva, no me invitarías a los Oscars...
—Apostaría a que sí... —habló sonriendo—. No me importa tu cabello, Amelia... no te amo por el color de tu pelo, debes estar segura de eso...
Ella lo miró poco convencida.
—Creo que es hora de irme... —dijo de pronto, mientras miraba su reloj—. Los gatos deben tener hambre, como por esta hora su plato se vacía por completo...
—Entiendo... te veo mañana entonces... —murmuró él mientras se levantaba junto con Amelia.
—Claro que sí... ¿necesitas que te ayude a subir las escaleras? —inquirió ella.
—Puedo hacerlo solo, no te preocupes... –respondió con una sonrisa.
—Bueno, entonces ten buenas noches, Tom... —dijo ella caminando hacia la puerta—. Descansa...
—Igual tú, moró mou...
Ella asintió, tomó su chaqueta, la cual abrochó hasta arriba para capear el frío en la motocicleta, se puso su bufanda y salió de la casa.
Un minuto después, Tom la observaba por la ventana con discreción, mientras ella aceleraba su moto, y salía a la avenida, perdiéndose entre los autos y transeúntes que a esas horas llenaban las calles.
Él caminó, haciendo su máximo esfuerzo para llegar a la escalera.
Ya no estaba Amelia, así que no era necesario fingir que estaba bien, y que la medicación de verdad controlaba todo su dolor.
Se quejó sin tapujos a medida que subía las escaleras.
Todo le dolía, no podía engañarse a sí mismo, estaba sufriendo.
Su primera parada fue el baño, en donde vomitó la cena que Amelia había preparado con tanto cariño para él, sintiéndose culpable, pero a la vez, un poco más aliviado.
Lavó sus dientes con necesidad, para eliminar aquel sabor horrible de su boca.
Se sentó en la cama, mientras pensaba.
Iba a morir pronto, nada cambiaría aquello, y debía aceptarlo, pero le costaba demasiado.
Se volvió a levantar de la cama, y sacó por completo una gaveta de un mueble. Justo debajo, entre el espacio del cajón y el piso, tenía guardada su provisión de emergencia.
—Si voy a morir, tengo que ayudarme un poco... —murmuró mientras se servía un vaso de whiskey hasta el tope.
Tibio y amargo, asqueroso.
No lo habría aceptado si lo estuviera bebiendo por placer, pero no lo hacía por gusto, si no por necesidad.
La necesidad de apurar el proceso.
Don't forget to ★
✒Mazzarena
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Panacea Universal
Fanfiction❝El que jamás ha llorado y sufrido en soledad, nunca podrá entender cuan dulce puede llegar a ser el verdadero amor❞ ➤En lugar de una larga parrafeada contándote de qué se trata esto, prefiero dejarte algunos comentarios de mis queridas lectoras: ❝L...