Panacea Universal

Noventa y tres

—Ya han pasado dos semanas, Ben...

—Les dijiste que se tomaran su tiempo... te lo están cobrando...

Amelia y Benedict estaban en su patio trasero, recostados sobre una manta mientras miraban hacia las nubes que plagaban el cielo.

—Quizás nos equivocamos en algo...

—Y yo soy el inseguro... —él murmuró mirándola de lado.

—Son meses de trabajo duro los que están en juego... —le recordó—. No puedo evitar estar ansiosa...

—Debes ser paciente... sabes cuan conciso es nuestro artículo. Los dos viejos matemáticos que entienden más o menos a Poincaré deben estar quemándose las neuronas tratando de descifrar nuestro teorema... —expresó Ben con cierta gracia.

—Sí, tienes razón...

—Además hemos tenido una buena recepción en internet, eso es una buena señal...

—Que lo hayan leído muchas personas no significa que nos estén apoyando... —lo miró divertida.

—Pero se han tomado el tiempo de leerlo, eso ya es bastante para mí...

Ella sonrió mientras lo observaba.

—Me encanta ver cómo floreces con la estación... —murmuró Ben tomando su mano con suavidad.

—¿Florecer? —interrogó ella con curiosidad.

—Cada vez que sonríes... es un espectáculo para mí...

—Benedict... —susurró avergonzada—. Jamás pensé que te escucharía decir algo así...

—¿Por qué lo dices? —preguntó él.

—Siempre que me dices esta clase de cosas, noto cuan cargadas de sentimientos se encuentran... y es maravilloso para mí, pero son sentimientos... estúpidos sentimientos, ¿no? —inquirió alzando las cejas.

—Supongo que era la envidia la que hablaba por mí cuando decía eso... —respondió Ben en un susurro—. Fueron muchos años de soledad... es inevitable que eso afecte la manera en que ves el mundo...

—Lo imagino... —musitó ella.

—Pero todo cambia, claro... los sentimientos no son estúpidos... al menos el amor no lo es...

—El amor... —la mujer murmuró de repente—. El amor es el mal...

—Amelia... —la miró de lado—. Esa es una visión bastante rígida del amor... deberías leer otros filósofos...

—Me gusta Zizek...

—Sé que te agrada... —habló comprensivo—. Pero vivir tu vida amorosa basada en una sola opinión filosófica es una locura...

—Quizás... —musitó ella.

—Me apena la idea de que a la vez que yo estoy sintiendo mariposas en el estómago, tú estás pensando que el amor es el mal...

—Yo también siento mariposas en el estómago, Benedict... —lo miró sonriendo—. No dudes de ello ni un segundo...

—Me alegra saberlo... —respondió él mientras una gran sonrisa se formaba en su rostro.

—En la noche leeré sobre la visión filosófica del amor de otros filósofos, luego te contaré cómo me fue...

Él la miró con intensidad, para tomarla con fuerza por la cintura y dejar muchos besos en su cuello, lo cual causó risas en la dama. 

Don't forget to ★ 

✒Mazzarena