Veintiuno

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—¡Hola Amelia! —saludó una feliz Faith—. ¡Traigo el correo!

—¿Y por qué tan contenta? —la recibió mientras le dejaba entrar al cuarto.

—Porque no hay solo una carta... —le mostró—. Hoy hay dos, ambas desde Inglaterra.

Amelia las tomó, mientras Faith se disponía a preparar el té.

Su relación había proliferado con el pasar de los días, compartiendo el desayuno casi a diario, cuando la mujer llegaba de trabajar. Muchas veces también cenaron juntas, cuando Faith llegaba de la universidad y Amelia estaba ya por irse al local.

—¿Qué no las abrirás? —interrogó la mujer de cabello negro, con el hervidor en mano.

—Ya sabemos qué hay en esta... —señaló Amelia.

—Abre la otra... —murmuró cuando iba a bajar las escaleras.

Faith se fue para buscar agua en la cocina.

Amelia miró el sobre y sin hacerse más de rogar lo abrió.

Había un pasaje de ida a Inglaterra, primera clase, a las nueve de la noche, en catorce días, también un boleto para el teatro, en el que se leía "Knowledgeable", además venía una hoja de papel doblada con cuidado.

La leyó.

"Querida Amelia:

Hola, moró mou... ¿Cómo estás?, ¿Cómo te has sentido?, perdóname si comienzo esta carta con tantas preguntas, pero no he tenido contacto contigo en tanto tiempo, que ahora que tengo la posibilidad de hacerlo lo que más me interesa es que me cuentes de ti.

Te he extrañado como no lo hacía desde hace muchos años, me acostumbré a verte, a estar contigo y hallarme lejos de ti ha sido un suplicio que he tenido que vivir a punta de sonrisas falsas, pero también con llanto, con lágrimas tan privadas y secretas que ni mi almohada ha sabido de ellas.

Cuando he tenido que llorar ensayando la obra, saber que estás lejos es mi apoyo para generar lágrimas, cuando he tenido que reír, el recuerdo de tus ocurrencias es el motor de mis carcajadas.

¿Has pensado en mí?, yo sí lo he hecho, bastante, cada día pienso en ti, no sabes cuánto.

Ya han pasado más de dos meses desde la última vez que te vi, y aunque no fue el mejor de nuestros encuentros, y ambos nos tratamos mal, entiendo tu rabia.

Te pido un millón de disculpas.

Dije que no tenías nada, pero tienes mucho en realidad; una sonrisa sincera, manos tibias e incautas, labios suaves y dulces, cuan dulces, por el amor de dios, cuan dulces, cuantas cosas tienes tú que ningún otro que yo haya conocido tenga. Fui un imbécil, espero puedas perdonarme.

Ven conmigo, Amelia. Aunque sea por una sola noche, pero ven conmigo.

Te dedicaré mi puesta en escena, será por ti.

No tienes que quedarte por mucho, te puedes ir cuando termine la función si así lo quieres, pero te ruego que vengas, te lo pido por favor, mientras lloro escribiéndote esta carta.

Mi vida ha perdido tanto sentido estos meses, de no ser por las tablas del escenario no sé qué habría sido de mí.

Entenderé si no quieres venir, no te culparía, pero buscaré tu rostro en la primera fila todas las veces que sean necesarias, aunque verte allí termine siendo solo un producto de mi imaginación.

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