Poco después de contraer matrimonio, Amelia y Ben debieron acudir al abogado del difunto abuelo del inglés, quien aún mantenía todo el papeleo de la herencia.
Ambos debieron firmar un contrato, y con ello les fueron entregadas las escrituras de la casa, más un pequeño regalo.
—¿Veinte mil libras? —interrogó Ben asombrado.
—Así es, tu abuelo quería darte un empujón monetario para comenzar tu vida de casado... —aseveró George.
—Es increíble... —murmuró el matemático—. Creo que sí le agradaba...
—Eras el pequeño... se encariñó contigo más de lo que crees. —respondió él—. Me pidió mantener esto en secreto, quería que fuera una sorpresa.
—De veras que lo es... gracias por todo, señor Harrison... —dijo Ben estrechando la mano del hombre mayor.
—No es nada... felicidades a ambos, nuevamente... —habló poniéndose de pie—. Espero que estén bien...
—Igualmente... —musitó Amelia—. Fue un gusto...
Se retiraron de la oficina para salir a la calle, mientras el silencio seguía siendo el predominante entre los dos.
—¿Puedes creerlo? —inquirió Benedict de repente, como si acabara de salir del shock.
—No... es algo increíble... —musitó ella aún sorprendida.
—Nos viene de maravilla... con todo este dinero podremos trabajar en la conjetura de Poincaré por un largo tiempo, sin necesidad de buscar empleo...
—Es maravilloso sin duda... —lo observó—. Espero que este sea el final de la mala racha...
Él puso un brazo sobre sus hombros.
—Yo creo que sí... —habló Ben sonriendo—. ¿Y sabes qué? Creo que debemos comenzar a empacar ahora mismo...
Ella soltó una pequeña risa.
—Estoy de acuerdo... —respondió ella mirándolo.
Con emoción caminaron hacia su nueva vida, sin saber que, por esas horas, un apesadumbrado Tom caminaba por Central Park en completa soledad.
Había bastante gente a su alrededor, pero era como si no hubiese nadie más allí, solo caminaba, como de costumbre, hacia donde lo llevaran sus pasos.
—Buenas tardes, señor, ¿ha pensado en adoptar? —escuchó a alguien decir a su lado.
Se giró con torpeza, y vio a una adolescente extendiéndole un folleto.
—Estoy apurado... —fue su respuesta.
—Una mascota puede cambiar su vida de muchas formas, New York está llena de animales sin hogar, y usted puede ser un agente de cambio... —habló cómo quien recita un poema plano.
—¿Una mascota? —interrogó él alzando las cejas.
—Si gusta puede visitar nuestro centro de adopción, en el folleto tiene toda la información necesaria...
—Está bien, gracias... —murmuró recibiendo el papel.
—Que tenga un buen día. —dijo la chica antes de irse.
Tom miró el folleto con desinterés, y lo metió a su bolsillo sin delicadeza alguna.
Siguió su marcha con desinterés y ensimismamiento, pensando en cualquier cosa, repasando sus líneas en su mente, recordando las últimas propuestas actorales que le habían hecho, o simplemente rememorando el suave tacto de Amelia sobre su piel, o la forma en que lo miraba cuando estaba sobre ella, deshaciéndose de su ropa, y besándola con desesperación.
Maldijo a su estúpido cerebro por ser tan débil, y terminar cayendo siempre en lo mismo, en el mismo juego que siempre perdía, una y otra vez.
—Tú... —murmuró—. Siempre tiene que ser sobre ti...
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✒Mazzarena
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Panacea Universal
Fanfiction❝El que jamás ha llorado y sufrido en soledad, nunca podrá entender cuan dulce puede llegar a ser el verdadero amor❞ ➤En lugar de una larga parrafeada contándote de qué se trata esto, prefiero dejarte algunos comentarios de mis queridas lectoras: ❝L...