Seis

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Ya eran las siete de la mañana, Tom acababa de finalizar las grabaciones y estaba más que exhausto.

Llegó al hotel luego de un rato de somnolienta y peligrosa conducción, estacionó el auto a duras penas y se bajó. Iba a subir a su suite para dormir, pero al escuchar ruido desde el comedor principal, se desvió hacia allá.

Era la hora del desayuno, así que muchas personas se encontraban ahí disfrutando de la primera comida de la mañana.

Entre todas ellas, detectó a su manager, Julius, coqueteando con una delgada camarera.

—¡Julius, querido amigo!, ¿ya has llamado a tu esposa el día de hoy? —preguntó Tom a la vez que se aproximaba a la mesa.

La muchacha lo miró confundida e indignada, para luego irse inmediatamente de allí.

—¡Té y Walkers de mantequilla a la mesa de los ingleses, por favor! —dijo Tom cuando la camarera se alejaba a paso ancho.

—Tom, me has cagado la conquista de esta noche...

—Es una niña, probablemente está en secundaria y ni siquiera tiene dieciocho años.

—¡Ah, querido Tom! Yo tengo un sexto sentido para estas cosas... arruinaste una aventura completamente lícita.

—Deberías tener más cuidado...

—Déjame disfrutar esta semana, ya me iré a Inglaterra y dejaré de ser tu pesadilla por un par de meses, no eres la única persona de la que me tengo que hacer cargo...

—El harem debe estar sediento, ¿no? —expresó Tom.

—Ellas no se reúsan, estimado Tom. —habló Julius al momento en que se levantaba de la mesa.

—A las mentiras bien contadas, ¿Quién podría?

—La misma razón por la que la gente va a ver tus películas, ¿no es así?

Se fue antes de que Tom pudiera responderle nada.

La misma muchacha de antes volvió con el té y las galletas para Tom.

—¿Qué te dijo?

—¿Disculpe, señor?

—¿Qué te contó Julius?

—Primero, me dijo que se llamaba Edward, no Julius.

—Nuevo nombre entonces.

—Y también me dijo que era un millonario soltero, que tenía un departamento muy lujoso en Londres y me podía llevar en verano.

—Eso es nuevo...

Tom le dio algunos dólares de propina, lo cual no era obligación, pero a él le gustaba hacerlo de todos modos.

—No le creas nada. Todo eso es mentira, aléjate de él, ¿sí?

—Está bien...

—¿Cuántos años tienes?

—Dieciocho...

Tom la miró con detalle.

Ella no aparentaba dieciocho años.

—De todos modos, debes darte cuenta de que hay personas con intenciones nefastas en todos lados, incluso en los hoteles bonitos... solo aléjate de él, es por tu propio bien, no es un buen partido... ningún hombre que esconda su anillo de bodas al ver un trasero bonito lo es...

La chica se quedó en silencio por un par de segundos.

—No nos permiten hacer esto, pero ¿me podría dar un autógrafo, señor Hiddleston? —dijo la muchacha a la vez que le acercaba un menú de cartón con disimulo.

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