Sesenta y seis

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—¿Señora Hiddleston?, ¿en serio? —preguntó un sorprendido Ben.

Amelia asintió mientras avanzaban en la fila.

Estaban en Chipotle, esperando para comprar un par de burritos para el almuerzo.

—Yo creo que se ha dado cuenta de que intentas tomar distancia de él, por lo cual quiere asegurarte, en cierto sentido... para que así no te marches o algo así... —habló un pensativo Ben.

—No lo sé... suena muy maquinado, Tom no es así...

—Le das demasiada confianza, no deberías creerle tanto... —espetó él con rapidez.

Ella lo miró a los ojos largamente, frente a lo cual él desvió su mirada.

—¿Qué cosa no me estás diciendo? —dijo Amelia acercándose a él.

—La fila avanza... —murmuró sintiéndose acorralado.

—Dímelo... —pidió ella.

—No es nada, Amelia... es solo que de verdad pienso que creer ciegamente en cualquier persona es una mala idea... uno no sabe qué hay en la mente de los demás, no deberías darle tanta credibilidad... —explicó Ben.

—Es mi novio... —murmuró ella—. No puedo dudar de todo lo que me dice...

—Es primera vez que te refieres a él como tu novio... —musitó él.

—Anoche me pidió que fuéramos novios... —farfulló ella cabizbaja.

—¿Antes o después de pedirte matrimonio? —interrogó divertido.

—Después, claro... yo le reclamé eso... jamás me pidió ser su novia, y de pronto me pide ser su esposa... creo que es un salto muy grande... necesitas preparar a una chica para algo así...

—Sí, me imagino que sí... —murmuró mirándola—. ¿Ya sabes qué le responderás?

—No... le dije que le respondería luego de la tonta cena que se le ocurrió organizar...

—Vamos, tú pediste conocer a sus amigos... una fiesta con todos es la forma más fácil y rápida de hacerlo, no lo culpo por decidir hacer eso...

—Sí, quizás fui algo dura con él...

—Quizás... —musitó Ben.

Luego de comprar y decidir los ingredientes de sus burritos, Amelia y Ben caminaron hasta un parque para comer, cargando sus cascos en todo momento.

—Debe ser triste para él en cierto sentido... —habló Ben de sopetón—. Mantuvo un anillo de compromiso guardado por meses, buscando el momento para pedirte ser su esposa... de seguro pensó que saltarías a sus brazos y gritarías que sí...

—¿Y qué hay de mis sentimientos? —preguntó observándolo seria—. Es un gran golpe para mí también... pero tú qué sabes, nunca te han pedido matrimonio...

—¿Cómo sabes que no? —interrogó él alzando una ceja.

—No... —dijo Amelia sonriendo ampliamente—. No juegues conmigo, tú, Benedict Cumberbatch...

—Supongo que quieres escuchar la historia... —habló él antes de darle una gran mordida a su burrito.

—¡Claro que sí!, ¿Qué demonios estás esperando para hacerlo? —inquirió emocionada.

Él soltó una risa mientras masticaba.

—Su nombre era Norma... éramos compañeros cuando estudiábamos en el Imperial... —comenzó a explicar—. Fuimos novios por un año y medio... ella no siguió estudiando un cuarto año, se fue al tercero, y quería que yo me fuera con ella... me pidió que nos casáramos, y que nos fuéramos a vivir a Francia... pero yo dije que no, claro... mi meta era estudiar tanto como fuese posible, para ser investigador en la universidad... ella se enfadó muchísimo conmigo, obviamente terminamos, y no la he vuelto a ver desde entonces... —expresó con una frialdad que apretujó el estómago de Amelia—. Hace un tiempo supe que se había casado, tiene una hija, o un hijo, no lo recuerdo... no he visto ninguna publicación matemática de su autoría, así que no sé si siguió trabajando en el campo científico...

—Primero... ¿Cómo fue posible que tú tuvieras una novia? —interrogó sorprendida.

—No lo sé... era más joven... mi familia pensaba que yo era gay, tenía que hacer algo... —habló encogiéndose de hombros—. Ella me miraba, me hablaba, a diferencia de los demás... y yo le gustaba... me pidió ser su novio, y yo acepté, parecía lo más conveniente...

—Eso suena horrible... la usaste, Benedict... —lo esculcó seriamente con la mirada.

—No... ella lo sabía... pero aun así decidió seguir adelante con todo...

—¿La amabas? —preguntó en un susurro.

Él recorrió su semblante con la mirada.

—La estimaba bastante... —terminó por responder.

Amelia apoyó la cabeza en su hombro.

—Supongo que nunca has amado a nadie... —musitó ella.

—Amar es tan complejo... hay tantas formas de hacerlo, de sentirlo... pero seguimos teniendo solo una palabra para ello en inglés... —murmuró él.

—Pero tú sabes a lo que me refiero... —dijo mirándolo.

—Sí, lo sé... pero estoy tratando de darle la vuelta al tema...

—Lo noté...

Benedict soltó una pequeña risa, y Amelia se apoyó en su hombro otra vez.

—Yo sé lo que es no poder amar a nadie... —comenzó a decir la mujer—. En la universidad, cuando estaba en Colorado, yo viví una vida bastante bohemia... salía con gente, bebía y fumaba demasiado, desperté junto a hombres que no conocía un par de veces... viví mi sexualidad de manera bastante alocada, y me avergüenza reconocerlo... pero a pesar de haber tenido varias parejas, ninguna de ellas fue afectiva... yo no podía amarlos... tenía miedo de que fueran como Adrik... les tenía miedo y repulsión emocional a todos los hombres... hasta que conocí a Tom...

Ben cambió su expresión mientras la escuchaba hablar, adoptando un semblante hierático.

—Pero ahora... ya no sé qué pensar respecto a nosotros, a Tom, cuestiono todo lo que he hecho, y la forma en que lo he hecho...

—No ganas nada haciendo eso... —musitó él—. La vida no te da ticket de cambio... es lo que es, y ya... sobre lo que tú tienes poder es en tus próximos pasos...

Ella no respondió nada.

—Además, si no hubieras tomado las decisiones que tomaste, probablemente jamás habríamos estado aquí, comiendo burritos en un parque...

Amelia levantó la cabeza y sonrió.

—Sí, tienes razón... son unos burritos muy buenos... —dijo divertida.

—Creo que lo entiendes...

Terminaron de comer un rato después, y emprendieron el viaje de vuelta a la universidad en la motocicleta de Ben.

—¿Trabajaremos esta tarde? —interrogó él a través del intercomunicador.

—Como cada martes, claro que sí... 


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✒Mazzarena

Panacea UniversalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora