A eso de las tres de la mañana, cuando sintió que la casa al fin dormía, Amelia se asomó por la puerta, y se encontró con el pasillo en penumbras, por completo desierto.
Ya con otras ropas, pero descalza, caminó hasta la habitación de Tom con sigilo.
La puerta estaba entre abierta, así que solo asomó un ojo por entre la división.
Él dormía, aun vestido, sobre la cama desordenada, y una botella estaba rota en el piso, junto a una copa derramada.
Amelia se devolvió a su habitación, y tomó su teléfono.
—¿Amelia? —luego de cuatro timbres escuchó su ronca voz—. ¿Qué pasa?
La chica estaba llorando otra vez.
—Ben... necesito... —hipó, interrumpiendo su susurrar—. Necesito que me ayudes...
—Pero dime, ¿Qué te pasó?, ¿por qué estás llorando? —interrogó desconcertado.
—No puedo contarte ahora, necesito que vengas por mí... por favor... —rogó ella.
—Estaré allí en diez minutos. —dijo Benedict antes de cortar.
Amelia tomó un bolso grande, y comenzó a meter dentro lo más que pudo. Ropa, zapatos, libros, cuadernos, fotos y recuerdos, hasta que este no dio más, y cerró a duras penas. Se calzó unas zapatillas, y dejó el vestido tirado sobre la cama, con la computadora, y el collar que le había dado Tom. Junto a ello dejó una pequeña nota.
"Estoy afuera" decía el mensaje que recibió de Ben un rato después.
Salió de la habitación tratando de ser lo más silenciosa posible, y bajó las escaleras del mismo modo, sin mirar atrás.
Dejó sus llaves sobre una mesa, y salió de la casa.
Había llegado a ese lugar como una princesa, con magno recibimiento, caricias, besos y abrazos, pero ahora se marchaba como un ladrón, que sigiloso abandona el lugar de sus fechorías.
En la calle estaba Benedict, parado de espaldas a la entrada mientras la esperaba. Cuando la vio, trotó hacia ella, y sostuvo el bolso que traía, dejándola solo con la mochila.
—Hola... —murmuró él.
—Hola... —repitió ella.
Amelia bajó la mirada, sin sentirse hábil de hablar.
—Ven aquí, cariño... —susurró él mientras se acercaba para abrazarla.
Amelia se apoyó en él, y lloró sobre su chaqueta con agrio mutismo.
—Vamos a casa... —murmuró Ben en su oído—. Te prepararé chocolate caliente, ¿sí?
Ella lo miró cuando se separó de él.
—Supuse que te gustaba, así que ayer compré un bote en el supermercado... —dijo mientras se cruzaba la correa del bolso de lado a lado.
—Sí, me gusta... —murmuró ella sin poder dejar de llorar.
—Entonces vamos... —dijo él mirándola con tristeza.
Se pusieron sus cascos, y emprendieron el rumbo hasta la morada del inglés, recorriendo las tranquilas calles de Londres, que a esa hora estaban más calmas en cuanto al tráfico.
Amelia no dijo nada durante el viaje, solo cerró los ojos y se apegó al cuerpo de Ben, confiándole su completa integridad.
Un rato después, ya descendían de la motocicleta, para subir las escaleras hasta la casa.
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Panacea Universal
Fiksi Penggemar❝El que jamás ha llorado y sufrido en soledad, nunca podrá entender cuan dulce puede llegar a ser el verdadero amor❞ ➤En lugar de una larga parrafeada contándote de qué se trata esto, prefiero dejarte algunos comentarios de mis queridas lectoras: ❝L...