Ciento doce

149 22 21
                                    


Olvidar las pastillas anticonceptivas.

¿Cómo diablos puedes olvidar las pastillas anticonceptivas?

Eso pensó Amelia cuando, el día antes a la llegada de Ben, compró un test de embarazo en la farmacia a la vuelta de su piso, el cual se hizo llena de miedo.

Positivo.

—Embarazada... —dijo sentada sobre el escusado.

Se cubrió la cara con ambas manos, y comenzó a llorar sin control.

"Hola, cariño, ¿cómo estás?"

"Supongo estás ocupada, pero ¿por qué no contestas, aunque sea mis mensajes?"

"Estoy preocupado, cariño"

"Amelia... ¿se puso muy mal Tom?"

"Cariño, me asusta esto..."

"Te envié algunos mails, ¿los recibiste?"

"¿No?"

"Revisa la sección de Spam..."

"Amelia, solo dime que estás bien, por favor"

"Estoy bien"

"Me dejas un poco más tranquilo, llego mañana a las nueve, espero me estés esperando, no sabes cuánto te extraño..."

"Te amo"

Más de dos semanas sin responderle las llamadas, y solo le envió un mensaje en que le confirmaba que seguía viva.

Se sentía un asco por ello, pero no podía, no era capaz de fingir que todo estaba bien.

No había vuelto a ver a Tom, y tampoco quería hacerlo.

Estaba sentada en el piso viendo comer a los gatos, hace poco habían vuelto a casa, ya que habían estado en su período de reposo en la veterinaria, puesto a que los habían esterilizado a todos.

Sophie, la más amigable y cariñosa, se hartó de comer primero que los demás, y caminó hacia ella con elegancia, para restregarse en sus piernas.

Tres golpes apresurados se sintieron por toda la casa, provenientes de la puerta.

Se levantó de su lugar, y caminó lento hasta la entrada.

Era el momento, ese momento que no la había dejado dormir.

Abrió la puerta, encontrando a un preocupado Ben, que sonrió ampliamente al verla.

—¡Cariño! —dijo soltando sus bolsos, y abrazándola con fuerza—. No sabes cuan angustiado me tenías... ¿qué te pasó?

Ella le devolvió el abrazo con ímpetu y tristeza, porque quizás sería el último.

—Pasa, Ben... —murmuró ella haciéndose a un lado.

Él la miró extrañado, y tomó sus cosas para entrar.

—¡Oh, mira a estos bebés! —vociferó poniéndose de rodillas para tomar a los gatos—. ¿Me recuerdan, pequeños?, ¡pero si están enormes!

Ben reía mientras acariciaba a los felinos, a la vez que ella se abrazaba a sí misma mientras lo miraba.

—Los cuidaste de maravilla, están hermosos... —susurró—. También cuidaste bien de mi moto, la vi escaleras abajo, ya casi ni recordaba cómo era...

Ella no respondió.

—¿Qué pasa, Amelia? —dijo levantándose—. ¿Por qué estás así?

La mujer no pudo mirarlo a los ojos.

Panacea UniversalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora