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—¡Mateo! —Lo llamé cuando vi la hora.

Él medio abrió sus ojos y se dio la vuelta para seguir durmiendo.

¿Qué le pasa a éste pibe?

—¡Mateo hay que ir al colegio! —Grité.

—¿Meli? —Llamó mi mamá del otro lado de la puerta.

Me quedé callada de inmediato.

—No puedo creer que sigás ahí. Vas a llegar tarde al colegio. —Dijo mi mamá y miré con frustración a Mateo.

—Dale levantate. —Susurré sacudiendo a Mateo.

Él jaló mi mano de sorpresa, provocando que cayera sobre él. Mi corazón se aceleró de forma irremediable mientras sentía como Mateo cruzaba una mano por mi cintura, abrazándome a él.

—Mateo.. —Quise hablar sólido, pero creo que ni yo misma me oí.

—No nos vamos a morir por faltar hoy. —Dijo Mateo y negué tratando de levantarme pero su brazo seguía impidiéndolo.

No sé como puede ser a ratos tan "atrevido" y a otras simplemente, es como si desapareciera.

Por un momento olvidé todo lo que estaba pasando, quién era él, quién era yo, solo recosté mi cabeza en su pecho y sentí como la calma me invadía.

Mamá me iba a matar por no ir al colegio.

Esa calidez que me invadió repentinamente al estar entre los brazos de Mateo, también se fue repentinamente y me trajo devuelta a la realidad.

No, no debía odiarlo, pero simplemente no debía estar cerca de él.

—Deberías irte. —Dije ésta vez más segura.

—Estoy peleado con Camilo. —Dijo Mateo y sentí como su pecho subía y bajaba. —Y no quiero ir a mi casa.

—¿Por qué no querés ir a tu casa? —Pregunté con curiosidad mientras levantaba un poco mi cabeza para mirarlo.

Que lindo que se veía recién levantado, igual siempre me parecía bonito. Pero tenía los labios medio hinchados, sus ojitos estaban entrecerrados y tenía desepeinados sus bonitos rulitos.

—No tengo ánimos. —Dijo Mateo mirándome.

No quise preguntarle el por qué de su falta de ánimos, pero quizá la estaba pasando mal en casa y si fuera yo en cualquier caso, quisiera que me dejara quedar.

—Está bien, podés quedarte. Pero cuando te vayás y salga de mi cuarto, mi mamá me va a matar. —Dije y Mateo se rió suavemente, sentí su pecho vibrar por la pequeña risa que había emitido, y eso me había hecho sentir demasiadas cosas.

Estos sentimientos irracionales y a la vez irremediables que sentía por Mateo, los estaba alimentando con cosas demasiado pequeñas, pero se que estaban creciendo, incluso aunque me estaba hiriendo, yo misma o él, y aunque se oía siniestro, esos sentimientos que me asesinaban o si bien me aprisionaban me advertían que, era mejor que me alejara, o si bien que me olvidara de la libertad y viviera prisionera de un amor no correspondido al que mi corazón se aferra aunque mi mente exigiera que ya no estén.






Cien años después pero bueno, aquí estamos.

Cold [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora