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Melisa

Mi sorpresa fue demasiada al ver a Mateo parado en la puerta de mi casa con una pequeña sonrisa, mucho más pequeña que la que llevaba su acompañante; Camilo.

—Ya voy a estar. —Dije apenada dándome la vuelta.

La verdad es que apenas iba a desayunar, pero ya fué el desayuno.

—Solo comeré una manzana. —Le avisé a mi mamá.

—¿Quiénes son los chicos en la puerta? ¿Acaso es el chico..?

—No es nadie. —Dije dándole un beso en la mejilla y luego de tomar la manzana, me di la vuelta y caminé a la puerta.

Ahí se encontraban aún estos dos en completo silencio. 

—Ya estoy. —Dije con una sonrisa antes de cerrar la puerta.

—Fue rápido, creí que tardarías una eternidad. —Dijo Camilo.

—No soy esa clase de chica. —Dije y el asintió mirándome.

—¿Qué clase de chica, entonces? —Preguntó mirándome.

—No lo sé.. también estoy tratando de avergüarlo. —Dije metiendo mis manos en los bolsillos de mi campera.

Miré a Mateo que me observaba en silencio.

—¿Y a vos como te fue en tu regreso a casa? —Pregunté alzando una ceja. —¿No te exiliaron? —Bromeé.

Mateo negó con la cabeza con una pequeña sonrisa. 

—¿Por qué no me avisaron que venían por mi? —Pregunté.

—Porque no estaba en nuestros planes. —Dijo Camilo.

Asentí con la cabeza y seguí caminando hasta el colegio en silencio, y en cuánto estuvimos en el salón mi grupo de amigos me miraron extraño. Claro, ellos sabían sobre como me había tratado Mateo y todos me habían advertido que me alejara de él. 

Igualmente ellos no lo conocían, no quiero decir que yo sí, porque Mateo es difícil de entender, un misterio que parece indescifrable. Pero lentamente sentía que Mateo me ofrecía pequeñas piezas que al menos no le ofrecía a nadie más.

Exceptuando a Camilo, claro.

—Nos vemos. —Dije dispuesta a irme a sentar atrás con mis amigos.

Después de haberlo reflexionado una vez más, definí que no debía seguir forzando las cosas. Amigos, novios, conocido, ¿qué mas da? 

Sea lo que sea debo dejar que el destino deje que las cosas sucedan y no estar tan detrás de él. Si bien, entendía que a veces me iba a tocar a mi darle un empujón a Mateo en el camino, porque pareciera que a veces quiere hacer cosas y no se anima. También entenderé cuando no sea un "no soy capaz" y un "no quiero".

—¿Volviste con Mateo? —Preguntó Sofía cuando estuvimos en descanso.

Mateo se hallaba sentado en el piso, apoyando su espalda contra la pared junto con Camilo. Ambos reían y se veían perfectos así.

—No, solo entendí la situación. No debo tratar mal a Mateo o evitarlo solo porque no me quiera. —Dije y ella alzó ambas cejas.

—Está bien, mientras no te duela estar ahí. ¿No te gusta? —Preguntó curiosa.

—Sí, me encanta. —Dije sonriendo de lado. —Pero mira.. las sonrisas más bonitas se las dedica a su amigo. —Dije ladeando un poco mi cabeza viendo esa sonrisa tan expresiva. —Esa sonrisa es real porque esa amistad no es forzada.







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¿Cómo andan? Yo muy bien por suerte.

Cold [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora