A pesar de mi cambio y aceptación al refinamiento, de vez en cuando me escapaba de mis ataduras y corría libre por los pasillos de la gran mansión, solo era unos minutos y sabía que no debía hacerlo, pero lo hacía, era como una lucha entre mi educación y mi yo salvaje.
Mamá no se enteraba de mis escapes y eso aumentaba mi adrenalina y mis ganas de jugar a ser libre.
Este día terminé mis clase de danza más antes que de costumbre y, en este caso, la institutriz, la única, se fue tan pronto acabó su lección y yo me fui a jugar conmigo misma otra vez. Contaba con unos minutos de más, así que me daría tiempo de volver antes que alguien notara mi ausencia.
Caminaba por toda la extensión de la mansión, ya conocía casi todo el lado este, como era el más cercano a nuestro salón donde llevaba mis lecciones era el de más fácil llegar, pero ahora tenía tiempo, así que me propuse descubrir el lado oeste y todos sus lugares aún desconocidos.
Aquí estaba, en la zona oeste de la gran mansión, siempre me pareció curioso tremendo tamaño de propiedad para solo tres personas, dos ahora que papá ya no estaba, pero no le quita lo enorme. Exploré solo los pasillos, no contaba con mucho tiempo, así que apresuré mis pasos para volver lo más pronto a mi lugar de estudios.
Encontré el almacén y lo rodeé porque era obvio que allí me vería con mucha gente y no podía arriesgarme a que me descubrirían enseguida, me desvié por otro largo pasillo que conducía a las galerías y resultaron ser de vino.
Me orientaba muy bien, conocía la forma de nuestra casa, su estructura, porque papá me la mostraba y explicaba cuando apenas era una niña pequeña, o eso creo. Me fijé en el sol y la sombra que escapaba de él y que se proyectaba en los pasadizos, eso significaba que para volver solo necesitaba tener al sol por sobre un hombro, además los pasadizos eran rectos, casi nada de curvas. Como no quería ser regañada por mamá al volver, cogí mi vestido y me lo levanté un poquito, así no se arrastraría por el suelo, cada tanto me fijaba en no encontrar ninguna mancha, si habría una no me ayudaría en nada. Contenta de mí misma, di la vuelta para regresar y finalizar con mi aventura.
Calculaba que me quedaban quince metros para llegar, cuando algo me llamó la atención. De una desviación del pasillo, desviaciones donde yo no me metía, salía sonidos emitidos por personas, al parecer era de un hombre y una mujer, no hablaban y eso era extraño. La curiosidad me dijo que fuera a investigar lo que pasaba, así que me desvié de mi camino y muy lentamente me dirigí a dónde venían las voces, era sigilosa y callada, así que llegué a metros de las personas y corroboré que efectivamente eran una mujer y un varón, mi oído no se había equivocado.
Como venía de un lugar más iluminado, mis ojos demoraron en acostumbrarse a lo oscuro, pero al fin la visión se me aclaró: el hombre y la mujer estaban de pie o casi de pie, fue una fortuna que no me vieran a mí, tal vez algo tuvo que ver que ambos tuvieran los ojos cerrados, pero había algo raro allí y era que jamás había visto a un hombre y una mujer así de juntos.
Tuve que parpadear un par de veces para tratar de entender lo que hacían y aun así no logré hacerlo: la mujer estaba con la espalda apoyada en la pared y la larga falda levantada por delante, la reconocí, era la joven que ayudaba a la cocinera en su labor. El hombre, en cambio, no lo conocía.
Aunque no los veía muy bien, se notaba que estaban haciendo algo extraño.
Me les quedé un rato mirando confundida, de verdad que no entendía lo que pasaba.
De pronto recobré mi dominio y me dije que no debería haber visto eso, no sabía que era, jamás había visto algo así, y me fui corriendo del lugar con el corazón palpitándome de la impresión y de creer que había vista algo malo, y fue mi mejor decisión haber huido porque cuando llegué, me encontré con que mi madre me había estado llamando para mi nueva lección.
— ¿Dónde estuviste?— me preguntó medio molesta— te he estado buscando por todos lados, más te vale decirme que estabas haciendo.
Le respondí había ido a repasar mis lecciones en los corredores y me dejó tranquila. Tengo que confesar que por un segundo se cruzó por mi mente el decirle lo que había visto, pero de inmediato supe que si decía la verdad a mamá, no se lo tomaría nada bien.
En mis nuevas lecciones traté de concentrarme y olvidar lo que había visto en el pasillo, pero parecía ser inútil porque volvía a mí cuando menos me lo esperaba. Me prometí que no volvería a ir a aquel pasillo a explorar ni a ningún otro, la duda de lo que hacían se quedaría para siempre conmigo y se sepultaría conmigo el día que muera, o eso me dije; pero no era para tanto, porque con el paso de los días el recuerdo se fue yendo de mi mente y, por largo tiempo, lo olvidé completamente.
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Dueña de mi Libertad
Historical Fiction"Tú no eres esclava de nadie y nadie decide por ti" esas fueron las últimas palabras que me dijo papá antes de morir. A pesar del tiempo no puedo comprender su mensaje y estoy dispuesta a aceptar las pesadas reglas que me impone la sociedad en que n...