Louis ha encontrado un nuevo empleo y le pagan más que en el anterior. Estaremos bien por unos meses. El dinero nos alcanza para los tres.
Mi bebé tiene un año y cuatro meses, camina tambaleándose, está todo hermoso y algo regordete. No sacó la cara de su papá, pero tiene su comportamiento, no se nota tanto porque está pequeño, pero es inteligente como él, y no es que esté fanfarroneando, es que veo como mi bebé aprende muchas cosas de forma rápida, sin contar con su forma de caminar. Habla poquito, me dice mamá y a su papá, papá; sabe el sonido de los animales, sabe que cuándo le digo que no es no, abre la puerta y por eso Louis le puso un seguro más arriba porque una sola vez se me escapó sin que yo me diera cuenta y se fue tras su padre que sí se dio cuenta y me lo trajo de vuelta, me sentí tan tonta, pero Louis estaba encantado por la astucia que evidentemente había heredado de él.
Mi bebé también encuentra muy rápido algo que le oculto, se entusiasma con las imágenes de un libro que Louis le compró y de otros que le regaló Amelia y que sus hijos dejaron de usar, también distingue los colores y muchas cosas más. Siempre me mantiene entretenida.
Cuando lo baño, mi Matthew me salpica con agua al golpear sus manitas, sabe que me hace reír y por eso no se amilana, en cambio su padre sí se molesta y le regaña, pero yo no, me gusta que lo haga.
Hoy, en tanto hago el almuerzo, él está sentadito tras una especie de cerca que su papá le hizo, y juega con sus juguetes, sé que se aburrirá pronto y comenzará a llamarme, y justo lo hace.
— Ya voy— le digo—, debo acabar esto e iremos con papá— salta al escuchar "papá" y mira a la puerta pensando que va a entrar en cualquier momento. Es tan tierno.
Acabo la comida, la guardo con mucho cuidado y la pongo en la canasta. Voy a alzar a mi bebé que se ha molestado por todo el tiempo que no le puse atención y me espera con sus manitas levantadas; tiene tres lagrimitas en sus mejillas; le doy un beso y me sonríe. Lo alisto rápido y lo llevo adonde está la canasta, la tomo y salimos rumbo a la pequeña ciudad.
Amelia me contó que esta cuidad tiene apenas cinco años, fue formada enteramente por gente pobre que abandonó el caos ocasionado por la revolución y buscaron la paz y tranquilidad por otras tierras, con un poco de ayuda lograron organizarse y están en vías de hacerse reconocer por la nueva forma de gobierno, yo creo que lo consiguen pronto y mi esposo también lo cree. Me gusta vivir aquí.
Matthew se me pone delante y sé lo que quiere, lo levanto y seguimos andando, la caminata me hace bien solo que me canso y debo bajar a mi niño a los diez minutos, caminamos otro tramo corto y me pide subir, y así llegamos al trabajo de Louis en cuarenta minutos cuando debió ser en quince.
— Tal vez una carreta sea la respuesta— dice Louis mientras nos sentamos en una banca del pequeño parque—, tenemos los caballos y tú no aprendiste a cabalgar en vano.
— No podría con el niño— digo y lo veo correr libremente en un buen trozo de pasto verde—, con lo juguetón que es se caería.
— Puedo ponerle unos cinturones— sugiere— y estaría bien sujeto a tu lado.
— Lloraría— repongo, pero me agrada la idea, el almuerzo de Louis esta medio tibio en vez de caliente, como fue que lo guardé.
— De todos modos, en unos meses no podrás ni venir sola— me mira con un poco de tristeza y alegría mezcladas.
— Estaremos bien— lo tranquilizo—, la caminata me ayudó mucho con Matthew.
— Es distinto un niño en tu vientre a un niño en tus brazos y otro en tu vientre— me toma la mano—, debiste insistir un poco más en eso de que solo fuera uno.
— Tu hijo tendrá con quién jugar— digo sin sentirme mal—, no me puedo imaginar nuestra vida sin él, me he acostumbrado tanto que si no sueño con él, despierto y lo busco en la oscuridad.
— Y de paso haces despertar a tu cansado esposo— se queja Louis.
— Tu trabajo no es tan cansado como el anterior— le digo y veo a mi niño caer suavemente, no me levanto para atenderlo, espero que él se levante solo y venga a mí, y eso hace—, ahora hasta tienes un buen tiempo para tu almuerzo— estiro los brazos y mi niño viene a buscar consuelo de su pequeño susto.
Louis me mira consolando al niño— no lloraste— le dice—, muy bien hijo mío— Matthew se le lanza a sus rodillas y pide ser cargado—, qué muchachito tan valiente te estás convirtiendo— le felicita—, un día rescatarás a una princesa de su horrendo castillo, solo no la traigas en medio de la nada como tu tonto padre.
— No te digas eso— lo regaño—, me gusta nuestro hogar y nuestra ciudad, solo debo buscar algo que hacer.
— Ya encontraremos algo— Louis baja a nuestro hijo y lo deja volver a su juego—, lo seguro ahora es que yo tenga otro trabajo más.
A nuestro regreso a casa, dejo a mi niño tras su cerca y me siento en la silla de la cocina, la espalda me duele; Louis tiene razón, es distinto cargar a uno que cargar a dos.
ESTÁS LEYENDO
Dueña de mi Libertad
Historical Fiction"Tú no eres esclava de nadie y nadie decide por ti" esas fueron las últimas palabras que me dijo papá antes de morir. A pesar del tiempo no puedo comprender su mensaje y estoy dispuesta a aceptar las pesadas reglas que me impone la sociedad en que n...