Ha pasado un mes desde que Matthew y Joy se fueron a la ciudad y tuvieron esa rara experiencia, y todos lo hemos olvidado como era de esperar.
Desde que Matthew enfermó, mis alumnas han disminuido, me preocupa, pero hago como que no, Louis también está preocupado, pero también hace como que no lo está; aun así estos últimos sábados, después de regresar del trabajo, se va con los caballos y la carreta a prestar cualquier servicio que requiera transporte, siempre regresa con algo y eso es bueno.
Joy enfermó un poco, es solo resfriado, pero desde la enfermedad de Matthew cualquier enfermedad es signo de alerta para Louis y yo.
— Estás muy tensa— me dice Amelia—. Los niños enferman, siempre lo hacen, a veces meten algo sucio a la boca y bum, a la cama con un buen dolor de estómago.
— No quiero una situación similar a la del año pasado— digo yo y Amelia asiente condescendiente—, fue una pesadilla, mi pobre Matthew bajó tanto de peso... me dolió verlo así.
— Eres madre— Amelia pone una mano sobre la mía—. A todas nos pasa, queremos ser sobreprotectoras con ellos y hasta los aburrimos de tanto cuidarlos.
— No todas las madres son así— respondo distraídamente.
— No lo puedo creer, pero debe ser así— me responde Amelia—. Casi lo olvido, dile a Louis que pase por mi casa y recoja lo del pago de este mes.
— No tienes por qué hacerlo.
— Claro que sí— dice ella muy alegre—, las gemelas saben hasta de historia que me da gusto verlas enseñar a sus hermanos de lo que aprenden, su padre no puede quejarse, pero debe reconocer que tú sabes más que muchos hombres aquí.
— Gracias.
— ¿Dónde aprendiste?— me pregunta con confianza, hasta ahora no he dicho a nadie mi viejo apellido de soltera.
— Como todo el mundo— respondo—, por ahí.
— Esa educación es tan cara— dice Amelia—, te felicito que lo hayas aprovechado.
Aprovechado, Amelia se va y yo me quedo en mis pensamientos, más que aprovechado, me lo han impuesto, nadie me lo preguntó, solo lo pusieron delante de mí y me ordenaron aprender con brusquedad. Hasta hoy recuerdo los golpes de uno de mis instructores que me dejaron tremendo dolor y me impidieron sentarme y caminar.
Veo a mis hijos, ellos han aprendido bastante y a ni uno lo he golpeado así para que aprendan y no lo voy a hacer.
De vez en cuando bailo delante de mis hijos y les demuestro un poco de aquello que aprendí, ni nenita me imita y nos enternece a todos, menos a Lewis que no se da cuenta. Estas lecciones me las guardo solo para la familia.
Ya no tengo muchas alumnas, pero aumentarán, tengo esperanza que lo harán, y no les voy a levantar la mano para que aprendan, no señor.
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Dueña de mi Libertad
Historical Fiction"Tú no eres esclava de nadie y nadie decide por ti" esas fueron las últimas palabras que me dijo papá antes de morir. A pesar del tiempo no puedo comprender su mensaje y estoy dispuesta a aceptar las pesadas reglas que me impone la sociedad en que n...