PLANEAMOS NUESTRA FUGA

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¿Por qué no le dije a mi prima que él y yo nos damos más que un beso? Me gusta que me bese así, me siento tan a gusto que no sé a qué se debe.

— Ya no puedo respirar— susurro cuanto él se aleja un poco, mi rostro sonrojado dice lo mucho que me gusta.

— Te falta práctica— dice él mirando mis labios—, solo un poco más y te acostumbrarás— respiro hondo porque me besará de nuevo y lo hace, me gusta, me gusta mucho y jadeo para demostrarlo.

— Ya no— digo con voz entrecortada—, sospecharán.

Él me sonríe, me ayuda a subir a mi caballo y se sube después, partimos al último encuentro y nos sonreímos de vez en cuando porque sabemos qué pasará allí, aunque yo tengo otra noticia más que darle.

Bajamos y él se me acerca y yo pongo mis manos como obstáculo, él me sonríe, sabe que estoy jugando, intenta acercase de nuevo y yo lo detengo, así hasta que se cansa.

— Será nuestro último beso— me dice sin enfadarse—, nos lo merecemos.

— ¿Ya te cansaste de mí?— digo con una sonrisa.

— Nunca— y lo detengo una vez más

— Pero ¿qué pasa?

— Que debemos esperar hasta el día que huyamos— le digo y él sonríe con más ganas, rompe mi barrera y me abraza mirándome a los ojos.

— Dime que es cierto lo que oigo de ti.

— Sí— repito en un susurro—, quiero huir contigo— y él me besa suavemente, no importa cómo lo haga, me gusta igual— ¿nos vamos ahora?— digo mirando a mi rededor.

— ¿Estás loca?— me dice a modo de juego— mañana, el último día, lo planificamos bien.

— De acuerdo— acepto de inmediato y un poco aliviada. Aquella noche duermo mejor que nunca y la mañana me recibe con el mayor agrado posible.

Al día siguiente tenemos nuestra "última clase", me cuesta retener la alegría, pero debo hacerlo, cuando bajo del caballo, él finge como siempre enseñarme una lección más.

— ¿Cuándo?— empiezo yo— ¿esta noche?

— No te apresures— me dice con calma y yo lo imito—, no puede ser de noche, te descubrirían rápido, dentro de esta casa tú sales perdiendo.

— ¿De día?— si no de noche solo queda de día, pero eso me suena ilógico.

— Ya te dije que dentro de esta casa no.

— Entonces...— exijo mi respuesta.

— El día de la cacería— dice y yo me desilusiono.

— Falta mucho para eso— me quejo.

Él me sonríe— solo cuatro semanas— dice—, pasarán rápido, solo tienes que fingir que aceptas tu destino. Debes engañarlos a todos.

— ¿Todo un mes?— me parece muy improbable que me mantenga callada tanto tiempo.

— La paciencia es una virtud— me dice mi consejero—, y ellos no tendrán duda alguna hacia ti y, por consiguiente, no tendrán la más mínima sospecha de lo que tenemos planeado.

Comienzo a comprender el verdadero plan— ¿y luego?

Él desajusta las correas del caballo y señala uno y otro lado— te escaparás en las narices de tu insípido prometido— me cuenta su plan y yo asiento a cada palabra, él y yo sabemos que recordaré cada palabra que me diga.

Antes de ir a la casa, pongo algo en el lomo del animal, de forma que parezca que lo estoy acariciando para despedirme de él, aunque también lo hago, por un mes entero no lo veré— pensé que huiría hoy. Llévate esto, son mis tesoros— le digo a Erick—, no los pierdas y no lo abras— puesto que están en una pequeña bolsita de cuero—. Son tesoros solo valiosos para mí.

— Te creo— me dice y yo camino al frente, sé que él los ha guardado con mucho cuidado, sonrío disimuladamente en agradecimiento.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora