Recorro cada rincón del lugar, por dentro y fuera, todo está exactamente igual a como cuando yo vivía aquí.
— Todos hemos colaborado para ponerla bonita— me dice Amelia acercándose a mí de nuevo—, su dueña estaba de regreso y tuvimos que dejarla impecable.
— No lo entiendo— digo cargada de emoción—, cuándo sucedió todo esto ¿nadie vivió aquí?
— Pues fíjate que su dueña lo arrendó una vez, pero sus dueños no la cuidaban como lo hacías tú— me cuenta Amelia—, no estuvieron ni un año, desde entonces ha estado vacía.
— ¿Hasta hoy?
— Discútelo luego con tu esposo— me dice con una sonrisa—, él la compró hace dos años.
Otra sorpresa, Louis no me dijo nada. No lo veo cerca, ya verá cuando lo encuentre— ¿y después?
— Desde allí la limpiamos para que esté a tu gusto— sigue—. Louis me lo pidió, en realidad no a mí sino a mi esposo, y vine seguido hasta que los demás se enteraron que llegarías hoy y vinieron a ayudar.
Regresamos al frente y veo a Louis con Navegante que se había quedado dormido dentro del carruaje, lo baja en brazos y lo pone en el suelo. Poco a poco el perro se mueve y despierta de su habitual sueño, levanta el hocico y comienza a recordar el olor del lugar, mueve la cola, despega el cuerpo del suelo y abre los cansados ojos al caer en cuenta de donde está, se mueve con pesadez, se acerca al primer árbol que encuentra y termina de comprender. Sus años parecen desaparecer y camina menos pesado y más ágil. Es digno de ver.
Navegante ha reconocido el lugar donde nació.
ESTÁS LEYENDO
Dueña de mi Libertad
Historical Fiction"Tú no eres esclava de nadie y nadie decide por ti" esas fueron las últimas palabras que me dijo papá antes de morir. A pesar del tiempo no puedo comprender su mensaje y estoy dispuesta a aceptar las pesadas reglas que me impone la sociedad en que n...