LA CALMA ANTES DE LA TORMENTA

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Todo comenzó con una tarde de juegos, Matthew se fue con Erick a jugar al río que está bastante lejos, Joy se quedó conmigo porque es muy pequeña para seguirles el ritmo a sus hermanos.

— No quiero que se mojen tanto— les advertí, había una especie de virus entre los chicos del pueblo, los míos no pasaban tanto con ellos, pero de todos modos no quería que se enfermen. Mi responsable Matthew hizo un gesto de que había entendido—. De todas formas iremos tú y yo, y tu hermano— le digo a Joy después de terminar el almuerzo—, porque seguro que con tanta diversión, se les olvida— preparo algunas cosas para llevar y salimos con mis dos bebés.

Joy salta alegremente a mi lado, le gusta ir a pasear, esta niña es un encanto, desde aquella vez que le levanté la mano no le he vuelto a tocar y le he dado la responsabilidad de corregirla a Louis, se lo dejé muy claro y él al fin me comprendió.

— Mami— me dice Joy cansada de andar, el perro anda a paso lento moviendo su cola y olfateando el camino.

— No puedo mi dulzura— le digo con carita triste—, debo cargar a tu hermanito— le dejé a Louis una nota de que venga a recogernos a todos. Hoy es sábado.

— Mami— pide Joy de nuevo y yo suspiro.

— Mi bebé, ya casi llegamos— la animo y ella sigue andando otros cinco minutos hasta que nota que no es verdad y se pone deliberadamente delante de mí—, solo un ratito— acepto y la levanto, ésa es mi estrategia con ella: llevarla hasta su límite, porque de lo contrario la cansada sería yo.

— ¡Mat!— grita Joy al ver a su hermano jugar más allá y decide ir a alcanzarlo.

— Joy, no te metas al río— digo yo y espero que me escuche, no le dejé a Louis ropa lista para ella—, ay, mi niña— exclamo, pero ella se detiene antes de llegar al agua porque no sabe nadar y el agua todavía le asusta.

Me siento con mi bebé bajo la sombra de un árbol, el perro se echa a nuestro lado después de lamer una buena cantidad de agua, y dejo al bebé en el pasto para que gatee, Joy va de acá para allá mirando con gusto a sus hermanos que juegan cerca al borde del río, libres de preocupaciones. Pasamos unos buenos minutos así y escucho la carreta que trae Louis y a Joy viniendo hasta mí contenta, esta vez, por su padre.

— ¡Papi!— exclama, su padre baja de la carreta y le sonríe— ¡agua!

— Ven aquí mi niña— Louis la levanta en brazos—, estás tan grande— ella sonríe emocionada de que la levante hasta arriba, la deja en el pasto y ella se va a corretear por el borde del río otra vez.

— Ya es hora de irnos— digo casi media hora después—, los niños pasarán frío.

Louis se levanta y llama a Matthew y Erick, y ellos obedecen de inmediato. Un rato más y están sentados atrás bien vestidos y con el pelo húmedo, Joy va con ellos y el perro también, yo voy adelante con el bebé en mis brazos que se ha quedado dormido.

Llegamos a casa y bajo primera, con ayuda de Louis, y voy a dejar a mi dormido bebé en la cama, Joy entró detrás de mí y se busca un poco de agua, le doy un vaso y voy por la ropa mojada de Matthew y Erick, ellos ya bajaron y están jugando con el perro, sus corazones están alegres de haber pasado una buena tarde.

Todos a la mesa, menos el bebé, y yo sirvo la comida, una bendición y a comer. Los niños devoran su alimento pues han gastado sus reservas de energía y Joy juega distraída hasta que su padre la regaña y la ayuda a comer. Decido que es hora de despertar a Lewis porque mi leche no le es suficiente, con él en brazos, regreso al comedor y noto algo, Erick tiembla y no me gusta.

— Es por el tiempo que estuvo en el agua— trata de tranquilizarme Louis, pero no me convence.

— Erick— y mi niño me mira— ¿tienes frío?

Él niega y mi corazón se serena un poco, no seme ocurre preguntarle lo mismo a Matthew.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora