Mi corazón late con fuerza, he soñado con este día desde que cruzamos el mar aquella vez.
¡Cuánto tiempo ha pasado! ¡Cuánta distancia nos ha separado! ¡Cuánto habrá cambiado! Mi memoria es muy clara cuando recuerdo la primera vez que nos alejamos del puerto y fuimos rumbo a otro cruzando un inmenso mar.
En ese entonces yo era una recién casada y tenía mucho temor por lo que me traía el mañana, pero también estaba ansiosa por verlo. Atrás dejaba las cadenas que me habían mantenido prisionera por años, atrás dejaba todas mis ganas de conformarme al destino impuesto por otros sobre mí, atrás dejaba a mi madre, la única familia que me quedaba y que me había dado la espalda; a mi prometido, el insípido hombre dispuesto a tratarme peor que a un perro; a mi prima, mi amiga impuesta que me mostraba su extraña forma de escapar de las normas también impuestas por nuestras madres; y a la extraña sociedad a la que yo pertenecía y que solo me decía que debía ser como ellos y no como yo. Todos los demás habían aprendido a solo cumplir esas extrañas reglas y querían que yo también las cumpliera sin refutar nada. Atrás se quedaba todo. Y yo partía a la libertad escogida por mí misma y con un esposo que yo también había escogido, e íbamos tomados de la mano a un destino que no conocía, pero que anhelaba ver con toda mi fe.
De mis hermosos pensamientos me saca una voz que hace mucho no oía quejarse— ¿Por qué también debo ir yo?— me río disimuladamente, no quiero enfadarlo más de lo que está— ¿qué pasará con mis lecciones?
— Deja de quejarte— le dice su padre con el límite de su paciencia llegando a su tope.
— Es que no entiendo por qué me trajeron, no soy un niño— se sigue quejando mi Lewis
— Es tu oportunidad de mostrar que eres un buen hermano mayor— le digo yo maternalmente y él resopla disgustado—, recuerda que es tu primer viaje en barco— le muestro los beneficios.
— Será un viaje muy largo— su actitud de niño lo domina más que yo—, solo el viaje en barco es de más de una semana y no estoy contando los días que pasaremos allá.
— Allá naciste tú— interviene su padre con la paciencia agotada—, tus hermanos lo recuerdan y Joy también, tú saliste muy pequeño así que es tu deber recordarlo.
— ¡Lo recuerdo!— se queja y su padre levanta las manos al aire rindiéndose con él.
— Solo tenías tres años— le digo con calma—, no podrías recordar— Lewis pone cara aburrida de nuevo—, además veremos nuestro viejo hogar— es tentador para mí, pero no lo es para él—, hasta Navegante recordará la tierra donde nació— me agacho para acariciar a mi perro que duerme feliz a mis pies, es un alivio que duerma porque de lo contrario se marearía con tanta oleada, como la otra vez.
— Si hay una tempestad y nos hunde a todos...— Lewis se detiene al ver el rostro de su padre— bien— murmura—, vamos Clarice— y se lleva a su hermana de la mano a su camarote.
— No debimos traerlo— digo y Louis resopla como hace un rato lo hizo su hijo.
— Es un consentido— dice—, hasta su tutor lo consiente, debe aprender un poco más de mundo si quiere defender "al menos favorable" como dice él.
— Hablando de su tutor— recuerdo—, el pobre estaba devastado cuando le dije que me lo llevaría por casi dos meses, por poco me dieron ganas de dejarlo al ver su reacción desolada.
Le saco una mueca de triunfo— ¿y cómo va el otro niño?— habla de George que duerme plácidamente sobre en el camarote, felizmente los cinco días de viaje no le han sentado mal y espero que siga así en el enorme tramo que falta.
— Te veo muy tranquilo— observo cuando veo que va y regresa con el niño despierto en brazos—, con lo mucho que te gusta estar trabajando y revisar las actas.
— Eso es lo que en realidad extraña Lewis— dice, se sienta a mi lado y deja que el niño siga despertando.
— No debiste despertarlo— le regaño—, no quiero que se maree.
— Estaba despierto— no le creo— y debe acostumbrarse, falta mucho para llegar a nuestro destino.
—Si se marea te quiero ver lidiando con sus náuseas y vómito.
— Lo harás tú— y mi niño ya despierto pide bajar y caminar—, lo llevaré con su nada malhumorado hermano mayor.
— Déjalo aquí— digo—, no podrá con dos.
— Siempre quiso ser el hermano mayor.
— No uses a mis hijos como castigo— advierto—, no podrá con dos.
— De acuerdo— sabe que perderá y deja a George gatear a nuestros pies.
Pasan los días y Lewis se resignó a estar lejos de sus lecciones, tal vez tenga algo que ver el que haya hecho amistad con el capitán de la embarcación y pase horas conversando con él acerca de la nave y su funcionamiento así como de su evolución, pero de sus aventuras en alta mar no quiere saber nada.
— A Erick sí le habría encantado oírlas— digo entristecida.
— Cuando vayamos a visitar a mi hermano, traeremos a todos— Louis también los extraña.
— Será difícil traer a todos— digo—, Lewis tiene razón: los viajes por mar son muy peligrosos.
— Por eso se debe escoger un buen tiempo para cruzarlo— otra vez George está dormido en nuestro camarote y Clarice se durmió a su lado— ¿puedes imaginar que un día se prescinda de los barcos y haya otra forma de cruzar el mar?
— ¿Algo cómo lo que hace el ferrocarril?— Louis asiente— solo por el cielo o el agua— razono— quisiera ver como lo logran— digo sincera.
— El carbón ha sido un gran avance— señala a la nave donde viajamos—, creo que en unos años descubrirán la forma de lograrlo.
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Dueña de mi Libertad
Historyczne"Tú no eres esclava de nadie y nadie decide por ti" esas fueron las últimas palabras que me dijo papá antes de morir. A pesar del tiempo no puedo comprender su mensaje y estoy dispuesta a aceptar las pesadas reglas que me impone la sociedad en que n...