LEONA

19 2 0
                                    

— ¿Hacerle eso?— me río incapaz de contenerme otro poco— hacerle qué ¿yo la maltraté a usted?— me rio de nuevo—. Es curioso porque mis únicos recuerdos que tengo de usted son de lo mucho que me odiaba— mi voz tiembla—, usted jamás me quiso— me levanto y estoy dispuesta a acabar con todo de una vez por todas— ¡Usted solo pensaba regalarme al primer insípido que encontró y que le convenía a usted! ¡Usted solo quería que ése me humillara! ¡Que me tratara peor que a un perro!— mi voz se eleva sin que pueda remediarlo— ¿o no se acuerda? ¡Porque yo me acuerdo muy bien!

— Lo lamento tanto— y me mira con dolor, la he herido y me agrada haberlo hecho—, no sabes lo mucho que lo he lamentado desde aquel día— suspira profundamente, no me doblego a sus lágrimas, no le creo nada—. Te he hecho daño, lo sé, jamás te he tratado bien y no tengo excusa, pero yo creía que lo estaba haciendo bien.

— ¡PUES NO LO ESTABA HACIENDO BIEN, SEÑORA!— grito y me niego a llamarla madre— ¿Ha olvidado todo lo que me dijo? ¿Qué me despreciaba por tener el rostro de mi padre? ¿Qué yo la culpaba por dejarlo morir? ¡CUÁNDO LE HE RECLAMADO POR SU MUERTE!— grito de nuevo— Yo solo quería un abrazo suyo— lágrimas de rabia salen de mis ojos—, siempre hice lo que usted quiso y nunca fue suficiente para usted, jamás me amó— respiro hondo para recuperar el aliento—. No me venga ahora con sus palabras de que me quería ¡PORQUE JAMÁS LO HIZO!

— No me odies, mi niña— me pide con lágrimas—, tengo suficiente castigo el haberte perdido tantos años, el no saber dónde estabas, si sufrías... no me odies por lo que hice— junta sus manos y me suplica—. Perdóname mi niña, no podré vivir si tú me odias.

Estoy por doblegarme, un abrazo era todo lo que quería y creo que lo voy a obtener, pero escucho a mis hijos regresar y me pongo alerta; mi mente se despeja de nuevo y me advierte. Me pongo firme, no dejaré que se les acerque, no a mis niños.

Mis niños, claro está, no entienden adonde vienen y sin que pueda evitarlo, aparecen frente a la mujer llorosa y se detienen a verla, la mujer se limpia las lágrimas rápidamente y les sonríe.

Ya sé por qué está aquí, mi ira comienza a subir y amenaza con explotar.

— Tienes hijos— dice las palabras, tomo a los niños y los jalo a mi lado, el perro empieza a ladrar—. Él parece ser el mayor— la sangre se me enfría y el nudo de rabia me impide hablar—, es idéntico a tu padre— el nudo empieza a bajar— y ella es como tú ¿cuántos años tienes?— le pregunta a mi Joy.

— Adentro— ordeno a mis hijos que miran la escena confundidos—, no se acerque a mis hijos— digo con frialdad—. Ya sé por qué vino y quiero que sepa que no me los quitará, no a mis hijos— oculto a los niños tras mío, el perro ladra más fuerte.

— No quiero niña, no quiero...

— ¡NO ME LOS QUITA!— grito sin control— ¡SON MÍOS! ¡NO TIENE DERECHO A QUITÁRMELOS!— los empujo adentro de casa y ellos obedecen más confundidos que hace un minuto— ¡AQUÍ USTED NO TIENE DERECHO A QUITÁRMELOS!— me pongo delante de la puerta—. No puede acusarnos de nada. Aquí si se enteran de lo que usted es...— respiro hondo de nuevo— ¡no me quitará a mis hijos!— mi bebé ha despertado ¿por qué todo está volviéndose una pesadilla?— ALÉJESE DE ELLOS— me escondo yo también dentro de casa y abrazo a mis hijos con fuerza ignorando las súplicas y lamentos de aquella falsa mujer que solo quiere quitármelos y que solo no entra porque el perro se lo impide con fieros ladridos

Fiereza. Pelearé por mis hijos, los defenderé de ella con los dientes si es posible, no me los quitará, no a mis niños.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora