Mamá y yo vamos en carruaje hasta la casa de aquella amiga suya. Ha pasado un mes para que mamá decida que es seguro que vaya a conocer a mi nueva amiga.
Llegamos y nos recibe su mayordomo, nosotras también tenemos uno, pero para qué lo menciono, es tan frío y no me habla amistosamente.
Entro a la gran casa y de inmediato soy atendida por una mujer muy respetuosa que me trata como a princesa, debería estar acostumbrada, pero estoy lejos de ello.
Me siento a esperar a mi nueva amiga y su madre, la señora Agnes, viene primera y yo me porto lo mejor que puedo y la dejo satisfecha.
— Mi hija es dos años mayor que tú— me tutea—, allá viene.
Y veo por primera vez a mi nueva amiga impuesta. Se nota que es dos años mayor que yo, en primer lugar por lo alta que es, luego por su rostro y para terminar por sus maneras finas bien aprendidas. Me mira altaneramente y me saluda con una sonrisa de suficiencia— tú debes ser Joane— me dice como si yo no supiera mi nombre.
— Yo también hice un buen trabajo con la mía, pero no creas que desmerezco tu gran trabajo— le dice la señora Agnes a mamá.
— Joane— me dice mamá sin inmutarse—, ve con tu amiga— me ordena y yo la obedezco con un ademán de respeto, mi nueva amiga se me queda mirando y me imita solo que con más floritura que yo para que quede claro que es mejor.
— ¿Y qué me cuentas prima?— me dice mi amiga en cuanto salimos de la vista y oídos de nuestras madres, ha dejado toda formalidad de antes, yo me la quedo mirando extrañada por el cambio— no me dirás que te gusta portarte tan educada— termina con mofa—. Estoy harta de estos vestidos— ella me conduce hasta su habitación o eso supongo yo— y de las maneras finas y todo lo demás— suspira trágicamente—. Cuando me case caminaré en prendas íntimas por casa y no me dará vergüenza.
— A tu señor esposo le disgustaría— le respondo con torpeza.
— Yo sé lo que el hombre quiere, se lo das y listo, hace lo que tú quieres— dice ella con una sonrisa de astucia— ¿tú sabes de qué hablo?— niego— vamos a ser buenas amigas— y me hace pasar a su cuarto—, te voy a contar mis secretos, será divertido, tú en realidad sí eres bien portada y no se los dirás a tu madre. Cuando tú tengas los tuyos me los podrás decir y yo tampoco los contaré.
— No tengo secretos— respondo con educación—, los secretos son malos.
— Verdaderamente eres bien portada— me dice ella y me invita a sentarme en un sillón frente al suyo—, yo estoy harta de mamá, de sus maneras y todo lo demás, por eso espero capturar un hombre cuanto antes, pero a mamá nadie le satisface.
— Mi madre escogerá por mí, yo no tengo que capturar nada— le respondo con convicción y ella me sonríe encantada.
— Eres una chica buena— me dice y me hace poner en pie—, seguro mamá ya cayó en tu encanto, ella está harta de mí, discutimos todo el tiempo, solo me porto bien cuando hay visita, así que procura tener visita todos los días.
Aquello no era así, yo había escuchado a la señora Agnes hablar de su hija con devoción, como si fuera lo más puro y perfecto del mundo, y yo a su lado una incompetente, pero no parecía ser así.
— Sabes una cosa prima— me dice con confianza—, no te pareces tanto a mamá y a la tía Eleonor— junto las cejas con la noticia que acabo de entender y mi amiga se alegra de habérmelo dicho— ¿tía Eleonor no te dijo que es hermana de mi mamá?— ríe— cómo fue que olvidó mencionarlo.
Yo sabía cómo, información innecesaria que no me ayudaba en nada— no lo dijo— le respondo torpemente.
— Eso significa que yo debo decirlo— y puso sus manos en el regazo—, nuestras madres son hermanas, mamá es la mayor y tu mamá la menor, cuando tu mamá se casó se fue lejos y dejó de verla por unos años, luego regresó por largo tiempo y se fue de nuevo, pero ahora ustedes están se vuelta— y se desvío del tema como si nada—. Pronto habrá un baile, iremos juntas, como primas y mejores amigas a la vez.
— No sabía que tenía más familia— le digo francamente y me quedo callada.
— Como dije hace un rato, no te pareces en nada a tu madre— me examina— y eso se nota, tu mamá es bien delgada y tú no, solo tienes que verte a detalle, tienes caderas, y tus pechos ya son del tamaño de los míos, pero los tuyos de seguro crecen más— me los mira y yo me pongo nerviosa—, a tu esposo le gustarás mucho— me dice con picardía y yo no la entiendo.
— ¿Ustedes viven solas aquí?— le pregunto solo por cambiar de tema.
— No, pero es como si lo estuviéramos, mi padre casi nunca está con nosotras, ahora mismo debe estar con su amante— me responde con frescura y no sé qué decir al respecto, no tengo idea de lo que es una amante. Mi amiga me mira con astucia—. No sabes mucho— declara—, amante es la otra mujer de un hombre, papá tiene una y yo la conozco y mamá también solo que se hace la ciega— se pone en pie—. Mi esposo no tendrá amantes porque yo sé lo que los hombres quieren y se lo daré cuanto quiera— no tengo idea de lo que está hablando—, tú también debes hacerlo, pero no creo que tengas problemas con dejarlo contento— me mira de pies a cabeza y yo sigo sin enterarme de lo que habla.
— Estoy siendo instruida para ser buena esposa— respondo por un caso.
— En serio no tienes idea de nada— se ríe y yo me pierdo por completo—, dejemos este tema y hablemos de otra cosa— y me habla de vestidos y joyas y de la gente de sociedad que conoce y yo me alegro de que hable de algo más conocido.
Cuando llego a casa no sé si mi amiga me agradó o no, pero cuando mamá me pregunta que si me agradó, le respondo lo que sé que quiere escuchar— sí mamá.
— Perfecto— acepta ella y me manda a mi habitación sin más, ni siquiera me ha dicho que es la hija de su hermana.
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Dueña de mi Libertad
Ficción histórica"Tú no eres esclava de nadie y nadie decide por ti" esas fueron las últimas palabras que me dijo papá antes de morir. A pesar del tiempo no puedo comprender su mensaje y estoy dispuesta a aceptar las pesadas reglas que me impone la sociedad en que n...