Solo falta un par de semanas para que mi libertad se termine, otra vez me dan ganas de llorar por haberme metido en algo que extrañaré: la libertad al lado de él, de Erick.
"Todavía tienes dos semanas" me digo inútilmente y luego me reprocho "por qué me habré dejado besar"".
Parto a mis lecciones con el ánimo por el suelo, hoy no salimos fuera, mamá ya no vigila, pero puede que los sirvientes sí, más he dejado de preocuparme por ellos.
— Estás decaída— dice a la primera oportunidad que tenemos— ¿Qué pasó esta vez?— me pregunta.
— Que te extrañaré— digo sin tratar de mentir— no debimos empezar todo esto.
— Me siento halagado de que extrañarás mis labios— dice para animarme, pero es un esfuerzo inútil, creo que se da cuenta—. Yo también extrañaré los tuyos— y yo lo miro agradecida, él me mira a los ojos y me dice—. Siempre puedes huir conmigo— sé que está bromeando, pero le agradeceré el gesto la próxima vez que salgamos a campo abierto.
Héctor ha venido y yo le ofrecí mi compañía y espero que no me pida un frío beso— ¿Quién es ése?— pregunta en un momento y yo, obviamente, no tengo idea de a quién puede haber visto— es la primera vez que lo veo— dice y noto un rastro de molestia en su voz, es como si el que viera a una persona nueva fuera un insulto para él por el simple hecho de que no haya sido avisado— ¿domador?
Y mis señales de alerta se disparan, miro de reojo a quien mi prometido ha visto, y me pongo nerviosa al darme cuenta de quién es al que mira. Hasta ahora ninguno se ha conocido en persona, al menos no conscientemente por parte de Héctor— es alguien que se encarga del cuidado de los caballos— respondo, no lo estoy inventando por propia voluntad, solo repito la explicación que mamá y yo ensayamos, ambas sabemos, y por razones distintas, que no sería bueno que mi prometido conozca a mi instructor personal de menos de su edad, por lo tanto un hombre joven.
— ¿Desde cuándo está aquí?— Héctor no le quita la mirada, puedo verificar que no le gusta que haya alguien nuevo sin su consentimiento— ¿se acerca a ti?— me pregunta en un tono muy extraño, creo que sabe lo que en realidad hace conmigo.
— No— miento muy fresca y controlo mi nerviosismo—, solo está ahí, bien lejos de casa— hago uso de mis escasos recursos de decir mentiras—, ni lo conozco, solo salgo a caminar contigo.
Él me mira insatisfecho— más te vale— dice y yo asiento sumisamente— dos meses más y verás cómo debe portarse mi esposa, siempre sumisa y obediente— dice con la misma frialdad con la que me besa—, nada de salir de casa sin que yo se lo permita, olvídate de fiestas sociales porque no irás, estarás en mi casa, bajo mi techo y alejada de los hombres.
— Sí, señor— acepto incapaz de decir más, las pocas ligaduras de las que me he desatado me atan de nuevo.
— Saldrás cuando yo quiera— sigue el otro envalentonado por mi sumisa actitud—, dormirás cuando yo quiera, me darás cuantos hijos yo quiera, serás mía cuando, donde y como yo quiera ¿he sido claro?— asiento y un miedo distinto recorre mi cuerpo— eres mi mujer y solo serás mía— mira mi cuerpo y sonríe extrañamente, un rápido y fugaz centelleo trata de decirme que es lo que tanto quiere.
"Nunca" logra decir mi mente "nunca le daré lo que sea que quiera de mí, prefiero morir antes que ser su esposa" y lágrimas de rabia se me escapan "quiero ser libre" susurro al viento "alguien que me ayude a alcanzar mi libertad".
— Si yo ya te lo dije— me dice Erick con una caricia—: huye conmigo— y me limpia las lágrimas con ternura.
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Dueña de mi Libertad
Ficción histórica"Tú no eres esclava de nadie y nadie decide por ti" esas fueron las últimas palabras que me dijo papá antes de morir. A pesar del tiempo no puedo comprender su mensaje y estoy dispuesta a aceptar las pesadas reglas que me impone la sociedad en que n...