NO HAY NIÑA BUENA

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Recapitulando, la amiga impuesta que se "liaba" con un sirviente y su prometido antes de casarse, cree que yo estuve a punto de embarrar su buen nombre.

Por fin pierdo mi dominio y comienzo a reírme en su cara, me rio tanto que mis hijos vienen a asomarse por la gran ventana y se ponen de puntas para ver el motivo de mi risa, yo les hago una seña de que no pasa nada y comienzo a calmarme.

— ¿Qué es lo divertido?— me pregunta Cristina con unos ojos de suficiencia, mis hijos se fueron a seguir su juego.

— Ah, no lo sé— muevo la cabeza con inocencia—, tal vez es curioso cómo sucedieron las cosas; yo hui y me casé sin tener la menor idea de lo que era "liarse" y otra que conozco lo sabía muy bien.

— ¿Me estás juzgando por lo que hice?— me dice en un tono de advertencia.

— Solo si tú has venido a juzgarme a mí— dejo mi rostro inocente y la miro desafiante, ella piensa que sigo siendo la misma muchachita ingenua de la que ella se burlaba—. Si has venido aquí por pura obligación, puedes irte, tengo mejores cosas que hacer.

Cristina se levanta con aires de gran mujer y se dirige a la puerta a buen paso, que se vaya, siempre fue una presumida y nunca me agradó del todo.

Me levanto y salgo por la puerta contraria, el tutor de mi hijo se enfermó y creo que piensa que soy como mamá en cuanto a enfermedades, por lo que mandó a decir que no vendría por unos días así que Matthew está pasándoselo bien con sus hermanos y Navegante que parece haber superado el duelo por sus pulgas.

— ¡Ni siquiera me presentaste a tu esposo!— doy un respingo, miro en dirección de donde vino la voz y es Cristina que viene a mí con paso indignado.

— ¿Qué no te habías ido?— le pregunto.

— Cómo quieres que me vaya si ni siquiera conozco a tu esposo— sus finos modales se han esfumado como el viento— ¡Mira lo que me has hecho hacer!

— ¿Y ahora qué hice?— ya me confundió, otra vez.

Ella zapatea el suelo con desesperación y golpea sus caderas con frustración— me hiciste perder la compostura.

— Ah, hablas de tu máscara— digo entendiendo.

— ¡Máscara!— bufa, ahora sí es ella—, qué dirán mis amigas si se enteran que perdí la compostura.

— Cristina, no tengo tiempo para tus berrinches— digo cansada—, si deseas irte no te voy a detener y ni siquiera voy a decir que olvidaste tu máscara en casa.

— No me has presentado a tu esposo— repite exasperada—, primero quiero verlo y luego me voy.

— Mi esposo no es ningún fantoche para que lo traiga de acá para allá— respondo con mejor compostura—, hoy está ocupado, si deseas puedes venir más tarde.

— Cómo si pudiera estar yendo y viniendo a mi regalado gusto— dice un tanto despectiva—. Tengo mucho qué hacer. Debo ir a la ciudad y presentarme para una posible visita con la princesa heredera de la corona— dice con autosuficiencia.

— Qué te aproveche— digo sin interés y ella lo nota.

— Te mueres de envidia— me dice como si tuviera diez años.

— ¿Ves allá?— señalo a Joy— ella es mi princesa y ellos tres son mis príncipes— señalo a Matthew, Erick y Lewis— a quienes veo todos los días, no aspiro más— les sonrío—. No sé qué pasaría conmigo si no pudiera verlos.

— Yo casi no veo a los míos— dice indiferente—, están llenos de actividades que apenas los veo a la hora de la cena.

— Pues lo siento— digo e ignoro su reacción confundida—. Mi princesa— abro los brazos a Joy que viene hasta mí dando brincos de alegría— ¿qué me has traído?— rompo mi postura de señora de sociedad y me agacho a la altura de mi hija.

Me muestra un caparazón de caracol abandonado y yo pongo cara de curiosidad que a ella le dice que disfruto con sus aventuras. Se para a mi lado— Erick dice que la abuela le regalará un poni por su cumpleaños— dice con ternura, todavía no se siente a gusto con su abuela, pero va progresando— ¿le dices que me regale uno a mí también?

— Estás muy chica— le digo y ella pone carita triste—, además tus cumpleaños pasaron.

— ¿Ya no cumpliré más?

— Le diré a la abuela que te regale uno cuando tengas ocho— le digo, ella lo piensa un poco, asiente y se va saltando de contento.

— Ella sufrió mucho ¿lo sabías?— me dice Cristina en cuanto mi hija se va.

— ¿Quién?— digo distraída.

— La tía Eleonor— responde con una seriedad real—, sufrió mucho cuando huiste; casi no pude reconocerla cuando la vi a los días después que desapareciste.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora