ME PREGUNTO SI...

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Mi profesor de literatura no vino por estar medio resfriado, él no se sentía indispuesto, pero mamá no quería que me contagie y le prohibió venir hasta que esté completamente sano. Mamá no era así solo con él, era así con todo el mundo. Ella no tolera que me enferme, ni que me duela nada, excepto lo de la regla en mi mano y eso ha dejado de ocurrir. Yo creo que ella es así desde que papá murió de una fiebre que contrajo en uno de sus viajes.

Mamá se fue a la ciudad y me dejó sola en la mansión, sola, era la primera vez que me quedaba sola y mi emoción se debió notar porque, antes que se fuera, me ordenó no salir de mi habitación bajo ninguna circunstancia, pero no me importaba, estaría libre aunque sea por unas cuantas horas.

Me tendí en mi cama y me quité los zapatos y disfruté un poco de mi libertad, me levanté y caminé descalza porque creo que jamás lo he hecho y luego fui por mi cajón secreto para sacar mis tesoros: mis listones recuperados, la primera carta que papá me escribió solo para mí, un broche de plata regalo de mi muy querida nana y el medallón con el sello familiar grabado en la parte posterior que papá me había regalado con estas palabras: "esto es recuerdo mío para toda tu vida" y con una sonrisa de complicidad "no dejes que tu madre ponga sus manos en él y menos que te obligue a dárselo porque seguro lo hará". Lo sostuve en mis manos y me lo puse al cuello solo porque sí, era muy bonito y supongo que muy caro, sabía nada de costos con exactitud, para mí lo valioso de esto era el ser un regalo especial de mi padre.

Me miré en mi reflejo y sentí que mi padre estaba a mi lado. Un recuerdo de felicidad y libertad vinieron a mi mente diciéndome que así se sentía estar a su lado.


Mis valiosos tesoros regresaron nuevamente en su lugar, y fui por mis otras pertenencias y me puse a jugar cual niña, era libre por unas horas y no me negaría disfrutarlo. Mamá dice que yo ya soy una señorita, pero yo me sigo sintiendo como una niña, una niña de papá.

Me apoyo en mi ventana y miro la extensión de las tierras que nos pertenecen a mamá y a mí. Me pregunto para qué tenemos tanto si parecemos más solas que la gente que anda ahí afuera y, de lejos somos menos felices que ellos. Creo que lo veo así porque aún no sé nada de la vida o tal vez sí lo sé y lo tengo es como debe ser la vida.

Abajo hay un par de niños jugando en el lodo, se ve sucio, lo sé. Me pregunto qué se siente estar en el lodo, debe tener una sensación resbalosa y viscosa, así lo parece. Los miro mitad asqueada y mitad deseosa de estar con ellos, enlodada, sucia, chorreando barro. Mamá se volvería loca si supiera que sueño con lodo.

Más cerca de casa veo a una mujer medio joven con un vientre grande. Me pregunto cómo llegó a estar así, debió de haber comido mucho aunque es raro porque su rostro no es regordete, solo su vientre, creo que no deseo estar como ella. Nuestra mesa nunca fue escasa, pero tampoco muy abundante. Mamá se volvería loca si me veo gorda.

Más lejos de casa hay un hombre partiendo leña, está sudoroso y cansado, pero está silbando, puedo oír muy bien la melodía que emite. Me pregunto si yo podría silbar tan bonito como él. Mamá se volvería loca si me escuchara silbar.

Al otro lado hay dos muchachas de mi edad trayendo agua a casa, están sucias y vestidas de forma muy sencilla, y se nota que el peso de las vasijas que llevan es demasiado para ellas, pero charlan entre sí y parecen contentas. Me pregunto qué se sentirá tener a alguien con quien charlar de lo que sea mientras hago cualquier cosa. Mamá se volvería loca y seguro se desmayaría si me viera sucia y tostada como aquellas muchachas felices.


Veo un carruaje lejano, es mamá que está de vuelta, me retiro de mi ventana para que no piense que tengo sueños fuera de casa, con el mundo por debajo de mi clase. Me pongo los zapatos y me siento en una incómoda y cara silla, y vuelvo a repasar las lecciones que están hechas para una señorita de mi clase.


Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora