¿ES FÁCIL ENGAÑAR A MAMÁ?

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Camino con un poco de nerviosismo adonde me espera mi instructor. Ayer no pasó nada, tal como él me dijo, pero si hoy él me recibe con familiaridad, mamá va a sospechar. Mis preocupaciones terminan por ser irreales, igual que las de ayer, al notar que mi instructor está tan concentrado en su trabajo como siempre y no muestra la misma confianza conmigo como ayer.

El caballo trota a buen paso por casi media hora y, cuando bajo, siento un poco de dolor en la espalda.

— Por eso le dije a tu testaruda madre que cuatro horas es demasiado— me dice mi instructor—, y más para una principiante, pero no tienes que preocuparte, distribuiré bien nuestros horarios y no tendrás más dolores incómodos.

— ¿Enseña a muchas personas?— busco yo misma la conversación.

Él me mira con aprobación— no muchas en realidad, eres la primera a la que enseño a tiempo completo, pero no se lo digas a tu madre— hace como si susurrara con temor.

Yo reprimo una sonrisa, me parece alguien agradable— ¿y a qué se dedica más?

— A adiestrar caballos, en este país es a lo que me dedico— me responde—, este caballo es mi más grande logro— señala al bonito purasangre que espera tranquilo a mi lado— lo adiestré hasta el punto que hace lo que yo quiero— me guiña y susurra—, es un secreto— mira su reloj.

— ¿No le gusta pasar tiempo conmigo?— le pregunto incapaz de contenerme— ¿ya quiere marcharse?

— No lo hago por que quiera irme— entiende— sino para engañar a tu madre, te habrás fijado que es fácil engañarla, lo que no oye no existe— yo no le entiendo—, por eso es que no tuvimos problemas ayer.

— Oh— entendí—, pero se dará cuenta tarde o temprano— le digo con precaución.

— O tal vez nunca— dice con tranquilidad— ¿Sabes por qué busco conversar contigo?— niego— porque pueda que hayas aprendido todo lo que alguien de sociedad necesita, pero te falta alguien con quien puedas hablar con libertad, con confianza, con empatía.

— ¿Es útil?

— Tal vez para tu madre no lo sea, pero sí es importante para todo el mundo— me dice y mira su reloj de nuevo—, tal vez cuando tengas un prometido, él te pueda sacar las palabras con facilidad.

— Tengo prometido— le respondo de inmediato—, es por eso que debo aprender a cabalgar, quiere que vaya con él de cacería— omito de decir de la mirada que me dedicó al ocurrírsele la idea.

— ¿Tienes prometido?— pregunta sin poder creerlo, yo asiento— ¿Cómo es que en toda la semana pasada no lo vi ni una vez?

— Viene por unas horas, una vez a la semana y por la mañana, se queda hasta el almuerzo y se va— explico.

— No pareces muy emocionada con la idea de ser su prometida— observa.

— Mamá lo escogió...

— Ya lo entiendo— dice y mira al caballo y lo apunta antes decir— ¿sabes cazar?— "no" susurro— y ¿por qué quiere que le acompañes? No parece muy unido a ti.

— Es porque...— comienzo a decir.

— Arriba señorita— rompe toda familiaridad y me extiende la mano para ayudarme a subir; puede que yo no sea muy astuta, pero entiendo que alguien le hizo cambiar de actitud, monto al caballo y él extiende la cuerda para que pueda trotar de nuevo—, recuerde lo que le dije de no estar tan recta, le volverá a provocar dolor— ya arriba veo que mamá ha salido a la puerta y nos mira con atención, tengo temor, ella se ha enterado, lo sé.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora