SALIMOS DE LA MANSIÓN

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Mamá decidió que nos traslademos a nuestra otra mansión, no conozco nada de esa casa, pero ella quiere que estemos allí para que justamente me adapte a mi desconocido hogar.

El viaje en carruaje es cansado, no tienes más que hacer que sudar, el vestido se te pega al cuerpo y no hay con quien hablar, a decir verdad yo sí tengo: mamá, pero mamá no habla, no saca la cabeza por la ventana, no se rasca, no eructa, no estornuda, no bosteza y no cabecea si es que tiene sueño. En pocas palabras mamá es perfecta.

Yo ya estoy aburridísima de no hacer nada, ni siquiera puedo bajar los hombros para demostrar mi aburrimiento o juguetear con mis dedos. Tengo sueño y quisiera apoyarme en mamá para dormir o por lo menos en su regazo, aunque sé que hacerlo la enfadaría.

Ya no puedo contenerme más, el sueño es demasiado ¿Cuánto falta para llegar? ¿Por qué una propiedad está tan lejos de la otra?, si se lo pido ¿mamá me dejaría apoyarme en ella?

— Despierta— escuché voz de mamá y yo abro mis ojos intentando botar mi sueño—, no duermas de esa forma tan fea ¡compórtate!— mira adelante seria como siempre—. Falta poco para llegar a un hospedaje, ahí podrás dormir.

— Sí mamá— le respondo parpadeando más para despertar mejor.

El carruaje para y el cochero se baja para ayudar a mamá y a mí a bajar, trastabillo un poco, pero me contengo bien. Hay un hombre que nos está esperando, o eso supongo, mamá no se le acerca, es el hombre quién se aproxima a nosotras.

— Señora mía— dice a mamá y se retuerce las manos con nerviosismo— tengo sus habitaciones listas para que descansen del viaje.

— Espero que no sea cualquier cuartucho— responde mamá, yo me quedo callada— lleva nuestro equipaje— le ordena y el hombre le hace caso, todos hacen caso a mamá, y nos lleva hasta adentro— no quiero que hables con nadie— me dice mamá, está de más que me lo diga, ya sé que no debo— todos aquí son inferiores a nosotras. Solo espero que no nos contagien nada— y yo camino tras ella sin abrir mi boca.

El hombre nos muestra nuestras habitaciones, en el segundo piso— las más grandes y verá que son muy cómodas— y abre la puerta haciendo ademanes pomposos que casi me sacan una risa, pero me contengo y mamá se da cuenta de mi autocontrol, pero no dice nada— no tiene nada de qué preocuparse, estará usted muy segura— y se va con otra venia pomposa.

— No les sonrías— me advierte mamá—, creerán que están a nuestra altura. Descansa ya, no comeremos en este lugar, pueden hacerte enfermar.

Me alisto y me meto en la cama sin abrir la boca. Acabo de darme cuenta que es la primera vez que mamá y yo nos quedamos solas en una única habitación, no espero nada, pero muy en el fondo desearía que me abrace, aunque sea por error.

Estaba tan muerta de sueño que me dormí casi al instante. Siento que apenas he dormido unas horas cuando mamá me despierta con brusquedad.

— Joane, levántate, debemos partir— y me levanto muy soñolienta—. Apresúrate, nos faltan cuatro horas de viaje— miro al cielo y veo que sigue oscuro— debo peinarte, cámbiate ya— la veo mejor y noto que está bien vestida y peinada—. No quiero que nadie vea que mi hija está mal arreglada y mucho menos esta gente— me apresuro a hacer lo que me dice, no quiero enfadarla.

Afuera nos esperaba el cochero, también estaba vestido y sin el menor rastro de sueño. Subo con su ayuda y mamá después de mí, otra vez el silencio y otra vez en marcha.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora