NO LO DESEES TANTO

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En casa, y por consejo de mamá que dice que los niños pronto entrarán a la sociedad, Miranda ha preparado una pequeña merienda para ellos y sus primos, porque desde aquel primer día Cristina trae a sus hijos con ella y los deja todo un día para que jueguen con los míos en completa libertad.

Los hijos de Cristina son tres, hasta donde sé perdió dos, pero Cristina no toca ese tema y yo tengo suficiente tacto para no sacarlo a luz.

Resultó que Cristina volvió a escoger un lunes para su segunda visita y así también la tercera y la cuarta, hasta que en la quinta su paciencia se agotó y esperó hasta el regreso de Louis para irse.

— Se te hará muy tarde— le dije porque ella vive a cuatro horas en carruaje.

— Hace un buen tiempo— me respondió— además a los niños les gusta jugar con sus primos y encuentran atractiva a Joy, qué pena que sean familia.

Mi prima es un caso perdido, no pensé responderle nada y seguí con lo mío: el bordado otra vez, aunque de vez en cuando me meto a la cocina, no en vano aprendí a cocinar.

Se escucharon a los caballos regresar y yo sabía que era Louis porque Navegante sigue teniendo su misma costumbre con respecto a su dueño.

La puerta se abrió y Louis entró a casa, ahora no hay por qué vestirse de forma sencilla, ya les caímos en gracia a la gente de la ciudad y gustan de nuestra apariencia a pesar no ser de las misma esferas sociales y, al menos los que son clientes nuestros, nos agradecen por lo desprendidos que somos. El negocio va muy bien.

Cristina hizo algo curioso en cuanto vio que entraba Louis, se arregló el vestido, se acicaló rápidamente, se sentó bien erguida y puso ojos de inocencia, y Louis pasó de ella.

— El señor Philip se enfermó, mañana iré yo, es mejor que se quede en casa a descansar— me dijo Louis y subió a donde están las habitaciones.

— Ah— exclamó Cristina indignada— ¿es así contigo?— me preguntó cuándo se repuso de la impresión.

— Ha sido un día largo para él— respondí con una sonrisa reprimida—, bajará.

— No puedo esperar tanto— me dijo como si yo le hubiera rogado que esperara por él.

— Puedes venir otro día— y me levanté para acompañarla a la puerta, pero ella siguió sentada.

— Un par de minutos no se comparan a las horas de más que me quedé— y así, testaruda, se quedó en su lugar.

Casi media hora después, Louis bajó y cayó en cuenta que tenía visita, más porque yo le hice una seña para que lo notara, a veces él es tan distraído, pero no puedo echarle la culpa porque casi no tenemos visitas y sigue sin importarnos.

— Un gusto— le saludó a Cristina con una mirada hacia mí que claramente me decía "por qué tenemos una visita y a estas horas".

— El gusto es todo mío— le respondió Cristina con un aire de gran mujer, pero Louis sabía cómo es en verdad, gracias a por todo lo que le conté cuando yo era joven e ingenua—, es la primera que vez que lo veo, es usted un hombre muy ocupado.

— Eso intento— le respondió Louis y yo me tragué mi risa porque sabía que se refería a no dejarse ver por ella— ¿no es tarde para que una mujer de su talla se vaya sola a casa?

— Es que deseaba conocer al esposo de mi única prima— contestó Cristina y añadió con humildad— y no desperdicié el tiempo porque lo aproveché en dar algunos consejos femeninos a Joane, yo siempre fui su consejera personal y privada.

— ¿En serio?— Louis me dirige una mirada divertida— entonces usted debe ser bastante experimentada a pesar de su edad.

Cristina se sonrojó un poco y parpadeó con incomodidad— en realidad no tanto, solo de asuntos importantes de la vida.

— Es amable de su parte, pero creo que mi esposa era muy joven y no comprendió todos sus consejos porque estoy seguro que tuve que evitar aclararle algunos.

Y Cristina se levantó de golpe y dijo en voz alta— ya debo irme, es muy tarde, están invitados a casa cuando gusten— llamó a sus hijos y salió acalorada.

— Ahora no querrá venir— le dije a Louis que vio con una sonrisa como Cristina apuraba al cochero para salir de nuestra casa—,no debiste decirle eso.

— Fingirá que nunca cruzamos líneas más que para decirnos buenas noches y todo regresará a la normalidad— dijo Louis quitándole importancia y no se equivocó.

A la siguiente visita, Cristina ni mencionó el nombre de mi esposo hasta que lo vio en casa y lo saludó con respeto.

— Qué amable es— me dijo y yo me aguanté la risa—, dile que me disculpe, la vez pasada apenas pude responderle el saludo, es que se me hizo muy tarde.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora