DANDO PASO A LA RAZÓN

18 1 0
                                    

Hora de levantar la vajilla usada y limpiar la mesa, en ningún momento cruzo una mirada con la mujer.

Lewis comienza a cabecear en su sillita, qué conveniente que duerma justo ahora, lo alzo y me lo llevo a mi habitación, en secreto espero que despierte para así librarme de la tortura que me espera.

— Ya está dormido— dice Louis que ha venido a verme porque es evidente que estoy tardando—, vamos.

— ¿Por qué la trajiste?— pregunto resentida.

— No me ha amenazado, solo quiere hablar.

— No quiero oírla.

— Actúa como la mujer madura que eres— me regaña Louis suavemente—, no pierdes nada oyéndola.

Y casi a rastras regreso a la cocina y me siento lo más alejado que pueda de la mujer.

— Lamento el malentendido de ayer— empieza la mujer—, no vine a llevarme a tus hijos.

No la miro— vino a verme, ya me vio ¿qué más desea si ya me vio?

— Pedirte que me perdones, mi niña— dice con voz quebrada y no me dejo envolver por su raro hechizo que parece haber capturado al que era siempre mi sensato esposo—, por lo mal que me porté contigo; no me odies por favor, perdóname.

No me nace hacerlo— no la odio, pero no me puede obligar a hacer lo que me pide— Louis no interviene, no expresa nada, solo está ahí para evitar otra escena como ayer.

— Sí— acepta ella—, no puedo obligarte, pero al menos lo intenté— espero que se levante y nos deje en paz—, entonces déjame enmendar mi error.

— ¿Qué quiere?— esto no me gusta, miro a Louis y tampoco sabe nada.

— Devolverte lo que es tuyo— dice limpiando sus lágrimas—, tu casa, tus tierras, tu dinero.

— No lo quiero, no es mío.

— Es de tu hijo— me pongo tensa—, tu matrimonio es válido, no puede ser echado atrás.

— ¿Lo intentó?— pregunto sarcástica, no me extrañaría que lo hubiera intentado.

— Cuando desapareciste— cuenta tristemente— te hice buscar por donde el idiota ése no te buscaba, di con el ministro que los casó varios días después de tu desaparición— Louis escucha atento—, lo mandé a otro templo para que el idiota no se entere de nada— ya no llora—. Ese ministro me mostró el registro de tu matrimonio— pienso en Miranda que firmó el documento.

— ¿Qué hiciste con Miranda?— pregunto un poco asustada.

— Ya la había despedido— y respiro aliviada—, no pude dar con ella para saber si conocía tu paradero, pero al menos sabía con quién habías huido— no mira acusadoramente a Louis y eso es un alivio—, aunque la firma era otra y me confundió un poco, fue el pastor quien describió a tu esposo y entendí el resto. Debo reconocer que me engañó muy bien— le dice a mi Louis—, jamás imaginé que sería usted el que se la llevara.

Louis sonríe cortésmente— la decisión fue de ella— y me sonríe con más empatía—, no la obligué a nada, todo fue por su decisión, por su deseo de libertad.

— En ese tiempo lo culpé por quitármela— dice la mujer—, me fue difícil entender, pero el mismo tiempo logró que sí entendiera, era la única solución para huir de mí— suspira.

— Pues le debo una disculpa— Louis ¿por qué? se ha dejado atrapar por ella, por eso la trajo; pero palabras tristes no pueden conmigo—, ahora soy padre y no quisiera estar en su lugar— una lágrima se me escapa y me la limpio con enojo.

La mujer le sonríe con pena y yo me siento con ganas de huir, ha convencido a mi Louis, me está dañando de nuevo, ella es así— no te busqué antes, mi niña— deje me llamarme así, ya no soy la misma a la que manipulaba a gusto—, no te busqué porque me prometí vengarme de quién te había perdido ¿Qué hubiera hecho contigo si te dejaba con él?

Rio con sarcasmo— tratarme como usted lo hizo en mi infancia— suelto—, como un objeto sin valor.

— Es mi culpa— dice ella con la mirada baja—, de todo ello tengo la completa culpa— suspira con dolor—. Me prometí vengarme y lo hice, me tomó tiempo hacerlo porque era un Conde muy poderoso que encima, cuando cayó en cuenta que había sido burlado, vino a amenazarme— ¿la amenazó?—, a querer quitarme las tierras y el título que decía le pertenecían por la burla que había sufrido— se ríe—. Burla— sus arrugas desaparecen un tanto—, la burla se la ganó solo cuando puso una recompensa por tu captura— le parece en verdad divertido—. Todo el mundo se rio a sus espaldas porque su prometida había huido en sus narices— recuerdo la vieja conversación de aquellos hombres en el puerto—. Era un idiota, pero uno con título y eso lo escudaba muy bien.

— ¿Y qué hizo?— pregunto más interesada.

— Me casé— responde y yo no sé qué decir— con alguien más poderoso que él y con más influencias: un familiar suyo que tiene un título más alto— ¿se unió a esa familia?—, su rango es suficiente para que no intente nada contra mí o contra ti y tu familia— me sonríe, yo no puedo pensar—. Desde allí arriba pude vengarme como me prometí. Lo hice casar con una mujer viuda que tiene un título muerto, y ya no vine allá; está muy lejos, con la viuda y los hijos del primer matrimonio, viviendo en un país pequeño y sin futuro, como él.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora