HIPOCRECÍA

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— No puedo creer lo que hiciste.

Cristina está sentada al frente mío en la sala. Mis hijos la saludaron con cortesía, ella les devolvió el saludo como si fuera la misma reina y ellos decidieron de inmediato que no les agradaba la tía presumida y se fueron.

— ¿Qué fue lo que hice?— le pregunto como si no supiera a lo que se refiere.

— El que hayas huido— mueve la mano finamente y le da aires de ser la mujer más sabia del mundo.

— Ah— respondo sin ganas y no digo nada más, quiero que delate su forma verdadera de ser y no con la que conquista a la gente de sociedad.

— Ah— me remeda, me hace recordar un poco a mamá—, eso estuvo muy mal Joane— habla como si hubiera huido ayer y ella misma me hubiera encontrado en plena fuga.

— Depende del ángulo por donde mires— le respondo cómo quien no ve lo malo de su travesura.

— Joane, no actúes como una niña— me sorprendo inevitablemente—, eso fue muy malo— la escucho con atención, tal vez no consideré el aprieto en que la puse—, la gente habló de ello durante días; casi manchas por completo el buen nombre de mi familia.

— ¿Yo?— no puedo creerlo, qué hipócrita es.

— Mi matrimonio casi se arruina— dice muy seria—, me dañaste Joane, y yo que te consideraba mi amiga.

Comienzo a pensar que mis hijos tomaron una gran decisión al irse a jugar que conversar con la tía presumida que no mira la inmensa viga que hay en su ojo.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora