Dueña de mi Libertad

NUESTROS HIJOS CRECEN

Matthew tiene trece, sigue siendo un buen muchacho, de gran corazón, muy parecido a mi padre, pero con la actitud de Louis. Es seguro y confiable, es quien encabeza todo tipo de empresa infantil, y es el chico más experto entre todos sus amigos y es a quien escuchan primero.

Matthew está de mi alto y un poco más, y parece que alcanzará la altura de su padre, pero es más delgado que Louis, mamá dice que papá también era así, y ahí tenemos un nuevo rasgo de papá en Matthew. Hace poco mandamos a hacer un retrato de él solo y lo colocamos al lado del de papá, nos entretuvimos buen rato buscando los rasgos que tienen de diferente.

— Me habría gustado conocerlo— dice mi Matthew muy a menudo—, en el retrato no se ve bien, pero estoy seguro que tiene un hoyuelo igual que yo aquí— y señala su mejilla.

Erick, mi travieso Erick, tiene once y es parecido a su padre tanto como su hermano mayor se parece al mío, pero es muy inquieto, todo el tiempo está yendo de acá para allá con sus manos siempre ocupadas. Mamá sufre para presentarlo a alguna muchachita como un posible pretendiente porque él no se está quieto ni al pendiente de ello.

Erick es muy valiente, es el que defiende a cualquiera que está en desventaja, va a caballo mejor que su hermano mayor y su juego favorito es imitar a un caballero en busca de un dragón.

— Y ensartarles mi afilada lanza entre sus duras escamas y perforar su corazón— dice sobre el caballo y mostrando, con un lanza de madera, cómo sin ningún temor a caerse.

Mi dulce Joy tiene nueve y ya se porta como toda una señorita. Joy se ve como yo y todavía no se nota, pero comienza a tener pequeñas curvas en su cuerpo. Es la favorita de mamá, sus hermanos lo saben, pero no se molestan porque lo sea, además mamá da a todos por igual solo que es más cariñosa con Joy.

Los dos hermanos mayores de Joy la defienden de cualquiera que ose molestarla y ella se los retribuye con una hermosa sonrisa que cuando adquiera consciencia de su poder, la usará para conquistar a posibles pretendientes y mamá está contenta por ello.

— Bonita y elegante cómo mamá— es su frase antes de ir a casa de sus amigas y sube al carruaje con delicadeza propia de una muchacha casadera y yo niego con desánimo.

Lewis tiene siete y es el que se queja por todo o, mejor dicho, el que se quejaba por todo pues su padre supo conducir su actitud a una de pequeño crítico social. A su corta edad ya participa en debates sociales con muchachos de catorce y no permite que se tome en poco su opinión.

Lewis tiene un poco de su padre y un poco de mí, canta mejor que sus hermanos y habla con soltura mejor que nadie. Su tutor opina que podría tener buen futuro si se dedica a la música o en cualquier cosa que elija.

— No sé si es para mí— dice mi niño con gran elocuencia refiriéndose a la música—, no veo cómo puedo ayudar al necesitado si solo canto—, y su tutor le muestra más áreas donde pueda desempeñarse como la política y está de más decir que es su pupilo favorito.

Clarice Eleonor apenas tiene dos años, ya dejó el pecho y es una linda ternura. Es la primera que crece en un ambiente fino y elegante, pero desde siempre le muestro cómo debe portarse frente a los sirvientes.

Clarice Eleonor juega con todos, sus hermanos siempre se dan tiempo para hacerla reír y llevarla de la mano adonde sus amigos.

— Joy— dice mi bebé al ver a su hermana, ella se le acerca y le da un beso, su nombre le fue el más sencillo de aprender.

Sombra y Niebla ya no hacen tantos trabajos, ahora Louis los ha puesto como sementales y sus retoños se han extendido por entre la gente de más poder.

Mi pobre Navegante está anciano, todos lo engreímos pues no sabemos cuándo nos dejará. El día que decida descansar algo en mí se romperá, pero no debo preocuparme porque aún está fuerte como para ladrar a cualquier intruso.