Me estoy cuidando, ya no paso por el pasillo donde él se recupera aunque me apena no hacerlo, como lo debido y descanso las horas adecuadas. Y mi bebé lo retribuye creciendo poco a poco.
Mamá se ha quedado con nosotros, quizá teme que yo vuelva a caer en la desesperación o simplemente quiere estar cerca de mí y mi familia. Sus canas ha aumentado y las arrugas de su rostro se hicieron más profundas que antes, pero es feliz al lado de sus nietos.
Clarice quiere a mamá un montón, va tras ella todo lo que puede y se deja abrazar cada dos por tres.
— Eres un encanto— dice mamá levantándola en brazos—, tan linda y cariñosa, quien se va a negar a quererte.
Un doctor viene a revisar a todos mis niños— es muy contagioso— me advirtió—, si uno está enfermo es mejor tratarlo antes que muestre todos los síntomas— después de que ha revisado a los niños le pedí que haga lo propio por todos los sirvientes sin excepción—. Más sorprendido estoy por usted y su bebé— me dice luego de un largo día de revisión general—, estuvo cerca al enfermo.
— Me expuse, lo sé, fue un grave error mío— reconozco.
— Debió dar muestras por la enfermedad hace días y si no usted entonces su bebé sí— guarda sus instrumentos en una pequeña maletita—, con todo respeto, pero el pequeño no lo hubiera soportado.
Asiento con pena y toco mi vientre— si le ha afectado ¿lo sabré hasta que nazca?
— Me temo que sí— responde.
Asiento pesadamente otra vez— es fuerte— me consuelo—, como su padre, seguro está bien.
— La vendré a revisar todos los meses.
— Se lo agradezco— y se marcha. Me quedo pensativa y voy a mi habitación a descansar, desde aquel día con mamá me cuido más—. Bebé ¿estás bien? Tienes que estarlo, no me castigues por haberme portado mal contigo— acaricio mi vientre con ternura—, crece sano, por favor.
Nadie en casa da muestras de estar enfermo y eso es una gran noticia para todos y más para mí, no quiero a nadie más cruzar por este calvario.
No entro a la habitación, me duele, pero no debo hacerlo— se está recuperando, está mejorando— extraño a mi esposo y los niños extrañan a su papá, pero nos consolamos entre todos.
Se cumple casi un mes desde el día en que lo entraron a rastras a casa. Me pregunto ¿cómo fue que a la mañana se fue de pie y por la noche llegó tan mal? Supongo que hizo lo que mejor sabe: hacerse el fuerte. Tendré que regañarlo un poco.
Según palabras del señor Philip que tampoco ha dado muestras de estar enfermo gracias Al Que Está Arriba, se montó en Niebla y lo notó tiritando— quise detenerlo, pero me dijo que solo era por estar poco abrigado— y se fue. Cerraron el negocio y a la media hora alguien les avisó que había un hombre caído a las afueras de la ciudad—, me lo describieron y supe que era su esposo— se subió a su carruaje e hizo que Ferdinand fuera por el doctor y le indicara que vaya a casa— y arrié a los caballos lo más rápido que pude en dirección a usted.
El señor Philip, al igual que yo y todos en casa, sabía lo que mi esposo tenía, menos que yo estaba embarazada, de eso se enteró después; pero nadie más se contagió y menos yo.
— Tu padre nunca me dijo cual fue tu enfermedad— me dice mamá al preguntarle por simple curiosidad—, solo que fue muy grave y que podría costarte la vida; tal vez fue la misma que de tu esposo y la tuya te dejó una especie de inmunidad— ruego que sea así y que mi hijo también la haya heredado.
Mi bebé está adquiriendo más cuerpo, se me está anchando las caderas y el vientre—crece todo lo que quieras— le digo, voy afuera a sentarme bajo la sombra de un árbol y Navegante viene a echarse a mi lado—, ya verás la sorpresa que le daremos a tu papá.
ESTÁS LEYENDO
Dueña de mi Libertad
Historical Fiction"Tú no eres esclava de nadie y nadie decide por ti" esas fueron las últimas palabras que me dijo papá antes de morir. A pesar del tiempo no puedo comprender su mensaje y estoy dispuesta a aceptar las pesadas reglas que me impone la sociedad en que n...