Matthew mira el camino a casa con desánimo, su ropa le pica y solo le hace sudar, no le gusta la vida de la alta sociedad. Estoy segura que si le digo que nos volvamos a casa, sería el primero en aceptar, es lógico por la edad que tiene. Es un muchacho que creció en otro ambiente, que gusta de la libertad y que disfruta de no ser visto.
Matthew no es un niño que no sabe socializar, le gusta hacer amigos, le gusta ser el que lidera los juegos, el que da la idea de lo que se debe hacer. Aquí no hay mucho donde pueda demostrar lo que sabe y eso lo desanima.
Ha llegado a aceptar a mamá y eso a ella le agrada mucho.
Matthew ha dejado de parecerse a mí, sus facciones comienzan a volverse al rostro de un hombre, al menos de uno de casi diez años; esto significa que su parecido con papá aumenta día a día, y mamá lo sabe.
Un detalle curioso es que mamá siempre tuvo un retrato de papá y yo no lo sabía, un día lo trajo y cuando fue colocado en un buen lugar del salón, todos, incluido Lewis, coincidimos en lo mismo: que era la imagen de Matthew cuando fuese adulto.
— ¿Te gusta?— le preguntó mamá a Matthew esa vez.
— No lo sé abuelita— respondió Matthew muy sincero—, es extraño que me parezca a alguien que no conozco.
— Es tu abuelo— lo animó mamá—, ese retrato fue hecho cuando él tenía treinta, así te verás tú cuando alcances esa edad.
— Mamá ¿recuerdas a mi abuelo?— me preguntó mi gran muchachito.
— Sí— respondí—, era un buen padre, siempre jugaba conmigo, me llevaba en brazos al ir a pasear, me traía regalos cuando se iba por unos días y nunca lo vi enfadado.
— ¿Y era bueno contigo abuelita?— así le dice Matthew a pesar que mamá no es anciana, pero a mamá no le importa.
— Muy bueno— le respondió mamá aquel día y su mirada se perdió por la ventana cuando habló de algunos recuerdos de papá que yo desconocía en su mayoría.
— Entonces sí me gusta su retrato— dijo Matthew al escuchar a mamá aquel día— y mucho.
Un carruaje se vislumbra a lo lejos y se acerca más y más. Matthew, a la ventana, suspira desanimado — ¿Debo hacerlo?— pregunta por enésima vez— me gusta parecerme el abuelo, pero no creo que pueda ser como él.
— Inténtalo— trato de animarlo—, no te obligaré a hacer algo que no quieres, pero al menos debes intentarlo.
— ¿Y si no me gusta?— murmura.
— Buscaremos algo que sí— le respondo—, algo que sea bueno y sensato— aclaro al ver un brillo de entusiasmo en sus ojos—, pero de todas formas debes completar tu educación y no solo tú, Erick empezará en unos meses y Joy al año siguiente.
— ¿Y Lewis?
— Él también— le digo—, solo hay que esperar un poco más.
El carruaje pasó la puerta exterior y se acerca a la principal.
— Y si estaríamos en casa ¿tendría que aprender todo lo que debo aprender ahora?— pregunta cuando ve salir al hombre del carruaje.
— Habría sido más difícil que te paguemos todo— respondo—, pero de haber podido, lo hubiera hecho.
— Es por la abuela ¿verdad?— se sincera— ¿Cómo es que tiene tanto dinero?
— Es por el abuelo y por su propia familia— tomó su mano— ¿sabías que yo crecí aquí?— comenzamos a bajar a la sala— la abuela y yo no nos entendíamos y abandoné todo esto por propia voluntad. Creo que no fue bueno lo que hice, dañé a mamá y no medí las consecuencias.
— ¿Allá conociste a papá?
— Te contaré la historia completa cuando seas más grande— prometo y le doy un abrazo.
El nuevo tutor de mi hijo se presenta, le enseñará todas las materias que Matthew necesita y, oh ironías de la vida, es aquel que me dio una reverenda golpiza cuando niña.
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Dueña de mi Libertad
Historische Romane"Tú no eres esclava de nadie y nadie decide por ti" esas fueron las últimas palabras que me dijo papá antes de morir. A pesar del tiempo no puedo comprender su mensaje y estoy dispuesta a aceptar las pesadas reglas que me impone la sociedad en que n...