MI LIBERTAD DA UN GIRO INESPERADO

26 2 0
                                    

Cuando creo que el caballo ya no puede más, otro jinete aparece, no dudo esta vez, es Erick; viene con una sonrisa en los labios que me dice que lo hemos logrado, los hemos despistado.

— Aparte de insípido debe ser idiota— dice en voz alta—, sigue creyendo que estás en el mismo bosque— y yo me río sin remordimiento alguno—, no ha dejado que los demás te busquen fuera del mismo por lo que están muy lejos de nosotros— disminuimos la velocidad—. Debemos comenzar a rodear— me dice y obedezco, pero esta obediencia no tiene nada que ver con la sumisión a la que estoy acostumbrada, no, estoy obedeciendo por voluntad propia, libre de ataduras, libre de imposiciones.

Como vamos más lento siento que el peligro ha desaparecido. No bajamos al río, quisiera conocerlo, pero Erick me dice que no es seguro, que sería el primer lugar donde me buscarían en caso de salir del bosque.

— ¿Crees que los que vinieron contigo le digan que no es tu primera vez a campo abierto?— me pregunta Erick.

— Para nada— le respondo muy segura—, tienen la orden de no decir nada respecto a ello— seguimos adelante— por cierto ¿adónde vamos?— pregunto cuando asimilo mejor mi libertad.

— Al siguiente pueblo al norte— me responde—, pero antes debes deshacerte de esas ropas caras, te traje otras de lejos más cómodas— golpea algo que cuelga en su silla y recién me fijo en eso.

Muchos metros más arriba nos detenemos y bajamos de los caballos, yo estoy tranquila, he olvidado por completo que la espalda me dolía hace unas horas, tal vez cuando toda esta aventura termine, mi cuerpo recuerde que algo le dolía.

Recibo la bolsa de manos de Erick y dudo— ¿aquí?— pregunto incrédula.

Erick se ríe y me dice— niña rica, aquí afuera no hay castillos, ni mayordomos, ni servicio de agua caliente— me siento tonta y él lo nota—, yo te daré la espalda y vigilaré que nadie te vea— me guiña el ojo.

Lo ha dicho y lo cumple, pero yo sigo dudando, miro alrededor y me pongo al lado del caballo para que me sirva de escudo y por primera vez, creo que de hoy en adelante habrá mucho de primera vez, me quito yo sola mi vestido y me pongo el que Erick me dio, dándole antes una rápida ojeada, es tan distinto a lo que suelo vestir, se ve simple... sonrío y me lo pongo con gusto— estoy lista— digo al terminar.

Erick se me acerca— ahora pareces una chica normal, pero nos queda tu peinado tan extravagante— me toco el cabello—, no hay problema, algunas jóvenes se lo peinan con esmero— me extiende su mano—. Monta, debemos llegar cuanto antes al templo de fuera de la ciudad— asiento y ya en el lomo del caballo pienso en sus palabras ¿Qué dijo?

Llegamos a la ciudad y me emociono, jamás la había visto; es tan distinta a como era mi hogar, aquí hay sucio por todos lados, tanto que mamá se desmayaría si me ve con una de esas manchas en mis no más finos vestidos.

Erick no baja de su caballo, no se le ve nervioso, pero de cuando en cuando mira mi pelo y seguimos adelante. Dejamos la ciudad, es una pena no haber podido bajar para verla mejor y conocerla un poco.

— No es seguro— me dice Erick—, lo mejor es salir, porque después del bosque se dividirán en grupos, unos irán al río y otros buscarán en el pueblo.

— ¿Crees que lo harán?— le pregunto y miro nerviosamente el camino dejado atrás.

— Yo haría eso— señala hasta una cabaña y entiendo que quiere que tomemos un descanso allí—, pero irían primero al pueblo anterior a éste, el que dejamos con el rodeo que dimos.

Volteo a mirar y pienso en Miranda— quería encontrarme con alguien antes— digo con tristeza.

— Con Miranda— me sorprende él y se ríe de mi expresión, me pregunto si hay algo que se le escapa—, es una mujer muy inteligente— dice y paramos en el lugar indicado—. Me la encontré hace dos semanas, al principio dudé de ella— yo también, pero me convenció muy rápido—, me dejó claro su propósito de ayudar al darme el vestido que ahora tienes puesto y la semana pasada me ayudó diciendo que podría ser tu testigo lo cual nos ahorrará muchos problemas. Recién esta mañana le dije dónde encontrarnos, es una suerte que ella viva en el pueblo que hemos pasado.

— ¿Testigo para qué?— hay algo que no me cuadra y ya no puedo seguir en esto.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora