AL FIN Y AL CABO SOY MERCANCÍA

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Mamá hizo traer a la modista que ahora hace mi vestido, es una mujer muy parlanchina, creo que es así para ganarse la confianza de mamá y hacerla su cliente recurrente.

— Su vestido le quedará muy bonito— me dice al ver que no tiene respuesta de parte de mamá—, será la más bonita de la fiesta— yo miro a mamá que no se pierde ni un detalle de mi reacción y me quedo en silencio—, con el bonito cuerpo que tiene, seguro atrae a un buen hombre.

— No hable de mi hija como si fuera mercancía barata— la interrumpe mamá con brusquedad—, no está yendo para atraer la mirada de cualquier hombrecillo sin clase— y se marcha sin más.

— Vaya carácter— dice la modista—, solo hice un comentario sin malicia— noto que comienza a dudar de si vale la pena ganarnos como clientes y sigue trabajando, pero en silencio.

— Gracias— le digo sinceramente cuando acabó su trabajo.

La modista me mira, me está evaluando, y vuelve a sonreír— dile a la mujer gruñona que le puedo hacer un descuento— me dice amistosamente.

— Gracias— vuelvo a decir.

— Y espero que encuentres a un hombre "con clase", pero bueno en verdad— me dice con guiño de ojo.


Llega el día de fiesta, no somos las primeras en llegar y tampoco las últimas. Mamá está contenta por el vestido, las joyas que llevo, mi forma de andar, mi rostro y mi cabello— los vamos a impresionar— dice orgullosa y entramos a la gran mansión del viejo Duque, así le llaman todos.

El Duque es un buen hombre, eso me dijo mamá, organiza estas fiestas porque su corazón anciano se regocija cuando jóvenes y señoritas de sociedad disfrutan de la compañía de unos con otros, pero mi amiga me susurró un día antes: "en realidad es un viejo mañoso, hace estos eventos para encontrar nueva amante, pero no tienes por qué preocuparte, sólo no te le acerques por nada y, si lo haces, estarás segura a mi lado o al lado de tu madre".

Dentro del gran salón hay mucha gente, en su mayoría señoritas como yo y muchos hombres jóvenes en edad adulta, también hay unos pocos varones que deben estar en sus cuarenta así como mujeres, pero ellas ya están casadas.

El salón es enorme, las luces le dan un toque mágico y a la vez siniestro, la gente está replegada en los alrededores y esperan que el anfitrión dé comienzo a la celebración. Veo grupos de hombres mirando por doquier, como si buscaran algo entre la multitud. Todos están bien vestidos, hasta sus pajes; yo no tengo dama de compañía, mamá quiere hacer esta tarea ella misma.

— Estás muy bonita— me dice mi amiga al encontrarse conmigo, yo la saludo y le devuelvo el cumplido, estoy contenta de encontrar un rostro familiar, se queda conmigo y esperamos juntas a que comience la celebración.

Justo cuando el aburrimiento me embarga, la celebración da inicio. Es la primera vez que veo uno y por eso no pierdo ningún detalle. Veo de lejos al Viejo Duque y realmente me parece alguien agradable y bondadoso, como todo anciano es, pero mi amiga me susurra— no te creas nada, cuando pone el ojo en una joven, no se lo quita hasta que la tiene.

El baile empieza y todas hacemos una fila para presentarnos al anfitrión, que es el que más alto cargo ostenta en todo el salón "muestra mala cara, como si tuvieras náuseas" yo sigo el consejo de mi amiga y no pasa nada, regreso a mi lugar y veo que Viejo Duque tiene con quien bailar la primera pieza y los demás somos libres de bailar con quien nuestras familias acepten.

Yo, a la verdad, siento que soy muy joven para estos eventos, todas parecen la edad de mi amiga y ninguna de la mía, pero ella me calma—tienes facciones atractivas, tranquilamente pasas por alguien de mi edad.

Mamá ya me consiguió a alguien a mi altura, se presenta y me dice su título y yo acepto bailar con él, es el primero de la lista. Cuando llego a estar cansada, mamá aún no parece estar satisfecha con los que bailé, perdí la cuenta, pero fueron varios, pongo mi mejor rostro y ella me saca a un pasillo donde no hay más que sirvientes y comienza a justar mi vestido— no pongas rostro cansado— arregla mi pelo—, sonríe un poco, estás pálida— y me colorea un poco las mejillas.

— No puedo respirar bien— digo inútilmente y ella me mira con frialdad.

— Te quejas por solo un par de horas— me dice—. Hoy conseguirás un buen prometido, sé cuál debe ser, pero colabora un poco— y me jala el pelo mientras me lo arregla.

Bailo con otros más y mamá sigue sin estar contenta, así que puedo deducir que ninguno es el que ella quiere. Doy lo mejor de mí y bailo con otro escogido por mamá, la miro de reojo y veo que sonríe, es el que ella quería.

Al final llego a la conclusión que todas las jóvenes, incluida la que conversa sonriente con el Viejo Duque, no somos más que mercancía, justo lo contrario a como mamá dijo que no era.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora