¡SORPRESA!

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Mis niños se fueron a jugar detrás de la casa, allí hay mucho verde y muchos modos donde su imaginación podrá volar sin interrupción, se han llevado a Navegante, el perro; solo Lewis se quedó conmigo, o algo así, porque se ha quedado dormido. Los niños no se han ido tan lejos, si ríen alto podré oírlos fácilmente y más rápido podré oír al perro ladrar de contento, le gusta estar con ellos.

A veces Louis viene a almorzar a casa y otras le llevo el almuerzo, es más fácil ahora que el bebé es un poquito más grande y los niños también, porque puedo dejar a los tres mayores y llevarme solo al pequeño adonde su padre.

Louis vino como hace una hora y ya se fue, regresará antes que oscurezca, como siempre.

Ayer lavé la ropa, un montón de ropa, Matthew me ayuda o eso intenta, es un lindo muchacho que cada día se parece más a su padre, no en apariencia sino en su forma de ser.

Hoy por la mañana limpié la casa y ahora voy a arreglar mi pequeño salón que solo cuenta con un techo. Tengo cinco alumnas, incluidas las gemelas, mi viejo y único alumno también ha vuelto, me contó que su padre lo había inscrito con un huraño profesor que solo gritaba y gritaba y no podía entenderle nada, y por eso es que está de vuelta conmigo. Me da gusto por los seis, ocho si cuento a mis propios niños. Todos aprenden a paso seguro y todos me hacen sentir que estoy haciendo algo muy bueno.

Ayer también, me rasmillé la mano con un trozo de madera, me dolió muchísimo y me hizo recordar a mi primera ampolla; por fortuna Louis no me lo curó como esa vez porque me habría sonrojado si los niños me hubieran visto, somos muy cuidadosos ahora, ya no podemos estar juntos por la noche porque Lewis tiene el sueño muy ligero y despertaría a todos sus hermanos.

Una punzada recorre mi brazo cuando, sin querer, choco la herida con una astilla media salida, qué bueno que yo lo encontré porque no sería agradable que a alguno de los niños se le incruste en sus manos o pies.

Estoy agotada, he trabajado tanto que estoy sudando de seguro. Me saco un poco de agua y me mojo para refrescarme, no hace tanto calor, solo hice tanto esfuerzo que me hizo sudar, me seco las manos con al mandil y me alisto para entrar a casa, cuando oigo una voz que nunca imaginé escuchar de nuevo.

— Por fin te encontré.

Dueña de mi LibertadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora