— No puedo creerlo ¿cómo se te ocurrió hacer semejante barbaridad?— me dice Cristina— ¿y si no estabas embarazada?
— Estoy embarazada— palmeo suavemente mi vientre pequeño
— Se ve que sí, pero si aquel día no lo estabas— mueve la cabeza como alguien de poca paciencia.
— Lo intuía— respondo—, tenía los síntomas; solo que era muy pronto para asegurarlo, pero esa mujer me hizo decirlo.
— Todos los hombres tienden amantes— me dice como lo más obvio del mundo.
— Tal vez el tuyo sí, pero no mi Louis— me defiendo.
— Incluso algunas mujeres tienen amantes— sigue ella y mira al cochero que la espera afuera.
— Tal vez tu esposo y tú sí, pero no Louis y yo— y Cristina me mira toda ofendida.
— Yo no tengo...— se queda muda— igual él tiene una— repone.
Ella es el colmo, no puedo congeniar con mi prima, no tenemos nada en común excepto la sangre.
— No quiero escuchar de tus aventuras— digo y me pongo en pie—. Si me disculpas, voy a mi habitación a escribir una carta a una vieja amiga, no creo que pueda venir por lo caro que resultaría el viaje suyo aquí y tendría que dejar a su familia por largo tiempo, pero al menos debo decirle de la espera de mi nuevo bebé.
— Y tu madre está más que contenta por tu nuevo embarazo— es cierto, está tan contenta que Joy ha comenzado a preocuparse por tal vez ya no ser la favorita de mamá.
— Lo sé, todos están contentos— me detengo en mi lugar.
Y mi prima aprovecha la pausa— cómo puedes estar tan segura que tu esposo no está con una en estos momentos— no se da por vencida, pero no logrará envenenarme—, a los hombres no les gusta estarse quietos y el embarazo dura mucho como para que espere tranquilo.
— Conozco a mi marido, sé que él me respeta y yo a él; además— sonrío al darme vuelta— ¿quién dice que lo dejo estarse quieto?— ella abre la boca impresionada, pero incapaz de decirme nada.
Y así es, estos días mi deseo es más fuerte y Louis me complace con gusto. Mi pequeño vientre es de cuatro meses y un poco más y no me incomoda para nada.
Y recordando aquel día, las lágrimas sí salieron solas, yo no tenía la menor intención de usarlas, pero supongo que algo tuvo que ver la impotencia de ver a una mujer coqueteando a mi Louis, mi esposo, el hombre que me ama y que no puede quejarse de estar mal atendido, y ésa ¡le estaba mostrando el escote!
Todo cobró sentido en mí: la insistencia de Louis en que yo vaya allá más seguido, sus retornos antes de la hora habitual... ¡estaba huyendo de esa horrible mujer! Y también el entusiasmo del señor Philip al verme de improvisto y felicitar mi idea de ir a pasear con mi esposo.
Oh mujer resbalosa ¡A mi Louis nadie lo toca!
Y el colmo fue cuando volví a casa, mamá seguía aquí y en cuanto la vi mis ganas de llorar volvieron y ella se dio cuenta. Si hay algo que ella sabía muy bien era cuando yo estaba por llorar.
— ¿Qué te ocurrió?— me preguntó, yo no pude aguantar y se lo conté todo; y cuando Louis entró a casa, porque había venido junto conmigo y sólo se había quedado afuera para atender él mismo a Niebla que estaba un poco enfermo, mamá se le vino encima— ¡Cómo puedes hacer eso a mi hija! ¡Y encima estando ella embarazada!— Louis se quedó sin palabras, ellos siempre se llevaron bien— ¿acaso Joane no es lo suficientemente bonita para ti?
— ¡Yo no hice nada!— se defendió Louis y siguieron discutiendo por largo rato.
Mamá se fue más tarde, con la calma renovada y haciendo las paces con Louis, es que de verdad se llevan bien— esas mujeres no tienen vergüenza— me dijo— abre bien los ojos Joane, y sentidos alertas. Hoy estuviste atenta y eso es bueno, pero no siempre se puede espantar a esas víboras, demuéstrales que ninguna se te puede colar. Hoy estuviste muy bien— me repitió y se marchó a buen paso.
— Me vendiste a tu madre— me acusó Louis bien molesto y mis lágrimas regresaron y ahí quedó todo tipo de enojo, pero se lo he recompensado, al menos desde las últimas semanas, y Louis no puede quejarse.
Y hoy ya lo estoy esperando, no sé qué me pasa, pero tengo muchas ganas de estar con él; ninguno de mis otros embarazos fue así y no entiendo por qué este es diferente.
Pienso que tal vez se deba al hecho que antes, como Louis llegaba muy cansado, yo no me atrevía a importunarlo y dejaba que descanse. Hoy no llega tan cansado, un poco sí, pero no sé compara a como era antes, y tal vez ése sea el motivo de liberar mi deseo.
A su regreso espero un poco. Nos despedimos de nuestros hijos, vamos a nuestra propia habitación y comienzo a molestarlo.
— ¿En serio?— me dice fingiendo sorpresa— tu vientre está más grande.
— Por qué no quieres— es muy sospechoso.
— No dije que no quiero— sale en su propia defensa—, solo que... lo estamos haciendo muy seguido.
— Ah— me hago la desentendida— y no te agrada.
— No hagas eso— me regaña—, sabes bien que no miro a nadie, solo a ti.
— ¿Quién dijo algo de mirar a nadie?— me cruzo de brazos y lo miro enfadada.
Él cae en cuenta de sus palabras— igual no lo hago— aclara—. Tengo sueño, vamos a dormir— me abraza.
Yo dejo que me abrace— no tengo sueño— digo cuando estoy satisfecha con el abrazo.
— ¿Y si mejor mañana?
Me suelto del abrazo— no quieres estar conmigo— me quejo— ¡ya no te gusto!— qué pataleta estoy dando, no parezco adulta.
— Está bien— dice exasperado.
— No por pena— advierto y no dejo que me toque—. Ya no quiero nada.
Y él no sabe qué pensar, está confundido y yo también; no sé qué me pasa, jamás me porté así con mis otros bebés y se lo digo, pero con lágrimas.
—Bueno, no pasa nada— me consuela—, está bien— yo sigo lloriqueando—, solo jugaba un poco, sabes que me gusta complacer a mi bella esposa— y por fin tengo la recompensa a mi deseo y lo disfruto mucho...
ESTÁS LEYENDO
Dueña de mi Libertad
Historical Fiction"Tú no eres esclava de nadie y nadie decide por ti" esas fueron las últimas palabras que me dijo papá antes de morir. A pesar del tiempo no puedo comprender su mensaje y estoy dispuesta a aceptar las pesadas reglas que me impone la sociedad en que n...