Capítulo 18

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NARRA DAMIAN

—Padre se ha enterado de que estoy saliendo con Anya —le empecé a contar—. Se esparcieron unas fotos por las redes en las que aparecíamos los dos estudiando en la biblioteca y, también, cuando estábamos en los vestuarios juntos. No sabía que padre se enfadaría tanto conmigo por eso. Pensé que yo no le importaba. De hecho, estoy saliendo con Anya precisamente por la familia.

—¿Cómo que lo estás haciendo por la familia? Ya conoces a padre. Jamás dejaría que salieras con una plebeya.

«Eso es verdad... En realidad, no tenía alternativa. Si no salía con Anya, la gente empezaría a esparcir rumores de que la había dejado y eso me asustaba porque podía llegar a los oídos de padre. Eso sí que lo molestaría de verdad. Ahora ya no sé qué debería hacer» pensé.

—¿Debería... romper con ella? —pregunté de repente.

Demetrius me miró.

—¿Eso también te afectará? —me preguntó.

No supe contestarle.

—Se nota que la quieres mucho.

«¡¿Qué está diciendo este bastardo?! ¡Es demasiado molesto! ¡Obviamente que no la quiero! ¡¿Cuándo le he dicho yo que la quiero?! ¡Tengo ganas de matarlo!» pensé.

—¿Ah, sí? —dije apretando los dientes.

—Desde kilómetros.

Me empecé a poner nervioso.

«Debería decirle a verdad. Estoy harto» pensé.

—Demetrius, en realidad... —me dirigí a él.

—Damian, te conozco y sé que estás fingiendo una relación con ella —me cortó de la nada.

—¿Cómo? —pregunté patidifuso.

—Te escuché hablar con ella a escondidas en el colegio. —Bufé—. A decir verdad, jamás lo habría imaginado. Realmente hacéis una buena pareja. Incluso empecé a pensar que os queríais de verdad.

—Tonterías —dije sonrojado—. Jamás querría a esa enana. —Demetrius sonrió—. ¿Qué? ¿Qué te hace tanta gracia?

—Nada.

—No, ¡ahora me lo vas a decir! ¿Te estás burlando de mí, cierto?

—Todavía eres un niño para entenderlo. Lo comprenderás cuando crezcas.

Lo ignoré y por la ventanilla vi que ya habíamos llegado.

—Pásatelo bien —me dijo mi hermano y yo le saqué la lengua.

Me adentré al colegio. No había nadie. Miré la hora.

«¡Ya va a comenzar!» pensé alarmado.

Corrí apresuradamente y entonces vi a un montón de alumnos en la entrada. Nunca hubiera imaginado que había tantos alumnos en Eden.

No encontraba a nadie de mi clase. Todos los alumnos estaban mezclados. Pero, fue entonces cuando vi algo que, por alguna extraña razón, me destrozó:

—¿Qué número somos?

—El 104 y acaba de entrar la pareja número 98, así que falta poco.

—¡Qué emoción! Ja, ja.

«¿Qué... qué es lo que está pasando?» pensé.

De repente, Anya giró su cabeza y me miró.

—¿Segundo? —Jadeé. Corrió adonde mí—. ¡Pensaba que no vendrías! ¿Tu chi chi te ha dejado venir?

Ken se acercó adonde nosotros también.

—¿Sois... pareja? —pregunté sin pensarlo dos veces.

Se miraron mutuamente.

—Segundo, como pensábamos que no ibas a venir...

«¿Tan fácil soy de reemplazar?» me pregunté.

—No te preocupes, Damian, podéis hacer la prueba juntos. A fin de cuentas, yo era uno de los organizadores, así que no tendría sentido que participase.

—¡Cierto! Vamos —dijo Anya, cogiéndome de la mano.

Se suponía que no debería seguir estando triste, sin embargo, no dejaba de darle vueltas al tema. Realmente eso me había destrozado.

—¡104, adelante! —nos llamaron y entramos.

Íbamos cogidos de las manos continuamente, lo cual me relajaba un poco. Pronto, empecé a ver que Anya iba muy intranquila. Estaba bastante asustada.

—¿Estás bien, enana? —le pregunté, parando en seco.

—Me... me da miedo... la oscuridad —dijo ella temblando.

Me miró a los ojos. Los tenía llorosos.

—¿No me soltarás, verdad? —me preguntó de repente.

Eso me estremeció el corazón.

«Otra vez... ¡otra vez me está mirando con esos ojos!» pensé y apreté su mano, lo cual, evidentemente notó.

—No —contesté fríamente.

No lo dije por decisión mía. Es que no entendía el porqué haría eso. ¿Por qué la iba a soltar de la mano? No tendría ningún sentido. A ninguno de los dos nos beneficiaría. Qué chica más tonta.

Me sonrió y me cogió el brazo entero, en vez de la mano.

—¡Eh! ¿Qué haces? —le dije sonrojado.

—Cre... creo que he visto algo —tartamudeó.

Suspiré y la obligué a seguir andando.

Lo cierto era que su tacto era muy suave y muy cálido. Quizás ese era el motivo por el cual mis preocupaciones desaparecían.

Mientras caminábamos, empezamos a escuchar ruidos demoníacos y pasos que no eran nuestros. Yo seguía relajado, sin embargo, Anya empezó a asustarse aún más.

—Buuuu... —escuchamos de repente y Anya empezó a gritar, apegándose aún más a mí.

—¡Eh, que no hay nada! —le dije nervioso.

Cada vez que se apegaba más a mí, me ponía más nervioso. No sabía ni qué hacer con ese brazo. Ella lo estaba abrazando con todas sus fuerzas.

«¿Tanto miedo le da esto?» pensé.

Anya me miró un poco.

—Quiero salir de aquí... —me dijo con la voz débil—. No me está gustando esto...

«Ella... realmente parece estar pasándoselo mal. ¿Qué debería hacer?» pensé preocupado.

—Anya, escucha —le dije, ocurriéndome algo—. Tú cierra los ojos y yo te llevaré a la salida, ¿vale?

Ella asintió y, en vez de cogerme el brazo, me volvió a coger la mano. La tenía muy fría.

Vi que cerraba los ojos y entonces comencé a andar. Pronto, algunos fantasmas aparecieron y dieron algunos sustos, pero a ninguno de los dos nos asustó.

Anduvimos todo el trayecto hasta que a lo lejos vi una vela y un cartel indicando la salida.

—¡Ya está la salida! —le avisé a Anya y empecé a correr.

Anya abrió los ojos y también empezó a correr.

Como estaba muy oscuro, no supimos exactamente por dónde estaba la salida.

—¿Ahora por dónde es? —preguntó ella.

—No... lo sé.

—¿Nos han mentido? ¿Y si han cambiado el cartel?

«¡Cierto! ¡Seguro que nos han engañado para evitar que lleguemos a la salida!» pensé aterrorizado y regresé adonde la puerta.

La intenté abrir, pero... estaba cerrada.

—Oh no... —dije—. ¿Ahora qué?

—¿Estamos... encerrados?

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora