Capítulo 3

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NARRA ANYA

«¡¿Melinda?! ¡¿A casa?!», exclamé en mi mente. «¡¿Qué está pasando aquí?!».

Me quedé en silencio, observándola.

—Supongo que no te acordarás de mí. Eras muy pequeña la última vez que nos vimos.

—Creo que no te he visto en mi vida. ¿Realmente nos conocimos? Solo me suena tu nombre. ¿Eres amiga de mi mamá? —le pregunté.

—Uy, pues puede ser que no nos hayamos conocido... —reconoció ella un poco despistada—. Ahora que lo pienso, ¿y tu maleta?

Me di la vuelta, encontrándome con mi maleta en las cintas del hipódromo. Fui a recogerla y regresé adonde ella.

—Entonces... ¿viviré contigo? —deduje.

—Así es aunque... no solo conmigo —contestó ella mientras nos dirigíamos hacia el taxi que nos llevaría a su casa.

—¿Con quién más? ¿Lo conozco?

Melinda desvió su mirada, nerviosa.

—Puede ser.

Me quedé pensando.

—Aunque sea, ¿me puedes decir por qué os parece bien que me instale en vuestra casa? Podría quedarme a vivir con mi tío si os causo muchos problemas...

—Ah, de eso no te preocupes. Hay sitio de sobra. Puedes elegir la habitación que quieras. Tenemos muchas.

—¿Qué?

Llegamos al taxi y seguimos hablando:

—¿Cómo es la casa... exactamente?

—Es una mansión.

—¡¿Mansión?! —repetí sin poder creérmelo—. Mmm... recuerdo que cuando vivía aquí conocí a varias personas millonarias. ¿Tú eras una de ellas?

—Quizás —se limitó a decir.

—¿Por qué... no me lo dices? —pregunté.

—Porque yo tampoco me acuerdo. Ha pasado mucho tiempo —respondió ella—. Gire a la izquierda. Puede aparcar ahí mismo —le indicó al taxista.

«¿Ya hemos llegado?», me pregunté mirando por las ventanillas. «¿A qué me recuerda este lugar?».

—Ya hemos llegado, Anya. Vamos —me dijo ella.

Salimos y recogí mi maleta. Caminamos durante un rato.

—Me suena haber estado aquí —le dije a Melinda.

—Pues quizás sea porque ya estuviste aquí —dedujo y se paró en seco—. Aquí es.

Me paré también y me volví hacia la casa a la que Melinda estaba mirando. Era enorme. Sin duda, era una familia millonaria.

—¿E... estás segura? Creo que te has equivocado... —dije sin poder creérmelo.

—No, es aquí —insistió mirándome con picardía—. Anda, entra. Sin miedo.

Tragué saliva y tímidamente acabé entrando. Quise quitarme los zapatos antes de entrar, pero Melinda me lo impidió.

—No hace falta. Siéntete como en casa. ¿Qué te parece? ¿Te gusta? —dijo ella y miré alrededor.

—La casa es... lujosa —respondí un poco nerviosa.

—Es lo que todos dicen. —Melinda echó una risita—. ¿Quieres instalarte ahora?

—Sí, estaría bien.

Melinda me acompañó hacia unas escaleras y nos giramos a un pasillo lleno de habitaciones.

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora