Capítulo 54

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NARRA DAMIAN

En cuanto me desperté, supe que era el último día de la excursión y que regresaríamos a Berlint nada más desayunar.

Cuando me levanté, miré a mi alrededor, encontrándome con todos mis amigos en el suelo dormidos con botellas de vino alrededor.

Suspiré y lo recogí todo por si un profesor entraba.

Mientras recogía, fui acordándome de lo que anoche pasó.

Cuando salí de mi habitación después de hablar con Anya, entré en el cuarto de Ewen y el resto, encontrándome solo con el susodicho.

Aparentemente, los demás fueron a la habitación de las chicas porque se enteraron de lo que pasó con Luka y querían que las chicas se lo explicaran.

Al rato, regresaron Ken y Emile y empezaron a sacar el alcohol porque era la última noche de la excursión, e invitamos a Lockridge ya que lo dejamos solo en mi habitación.

Yo no bebí en ningún momento. Además, no dejaba de pensar en Anya y en lo que le había ocurrido. En cuanto me la encontré, indefensa en el suelo y desangrando un poco de la cabeza, no dudé ni un segundo en ir adonde ella para socorrerla. Si no hubiera llegado a tiempo, Anya podría haber...

Sacudí mi cabeza para no darle demasiadas vueltas al tema. Eso no fue lo que pasó, así que tenía que dejar de pensar en eso. Salvé a Anya y a Lockridge. Eso debería de haber sido lo que me tendría que haber motivado aquella noche..., ¿no?

Pues no fue así. No me divertí ni un solo minuto de la fiesta. Y mucho menos después de haberle escuchado a Lockridge decirme algo mientras estaba un poco borracho:

—Ay, Desmond... —se reía—, deberías... hip... dejar a tu novia... hip... porque... es una... hip... infiel...

Solo me dijo eso, sin embargo, fue suficiente como para que, la mañana siguiente, le pidiera a Lockrige una explicación.

Me levanté y me dirige adonde el susodicho.

—Ay, es que... ¡¿en ningún momento puedo dormir en tranquilidad?! —se quejaba él acomodándose en la espalda de Ewen, quien también estaba dormido y roncando en el suelo.

«Papá tenía razón... No sé por qué me junto con esta gentuza», pensé, recordando lo que me dijo en el evento navideño al que fui de pequeño.

—¡Anda, perezoso, levántate! —le dije al oído agarrándole de un brazo y llevándomelo a rastras por el suelo.

—Ayy..., ¡¡noo!! —se quejaba Lockridge—. ¡Eres peor que mi madre por las mañanas!

Una vez fuera de la habitación, nos dirigimos a la sala de billar donde no había nadie.

—¿Qué... qué problema tienes, Desmond? —me preguntó él mirando a su alrededor para evitar mirarme.

«¿Qué le pasa?», me preguntaba confuso.

—Necesito que me expliques lo que pasó entre Anya y tú urgentemente —le dije mirándole a los ojos.

Él se giró hacia mí con un semblante muy preocupado.

—Na... na... nada pasó —dijo tartamudeando—. ¿Qué... qué ten... tendría que haber... pasado?

«¡¿Pero este chico me toma por un imbécil o qué?!», me pregunté.

—Lockridge, como veo que no me vas a responder, te haré una sola pregunta y me gustaría que la contestaras sinceramente negándolo o asintiendo —dije respirando profundamente—. Ayer me dijiste, mientras estabas ebrio, que Anya me había sido infiel, pero da la casualidad que con el único que estuvo a solas anoche fue contigo. ¿Os besasteis o algo? —pregunté muy nervioso.

Lockridge negó con la cabeza rápidamente.

«Bien..., me he quitado un gran peso de encima...», pensé aliviado.

—Se me declaró —dijo sin más, desviando la mirada.

—¡¿QUÉÉÉÉ?! —exclamé demasiado alto.

Lockridge me tapó la boca a tiempo.

«Vuelvo a tener el doble de peso encima», pensé quitándome sus manos de la boca bruscamente.

—Desmond, ¡tranquilízate! ¡Fue solo una confesión! ¡No ocurrió nada más! —me aseguró, destapándome la boca.

Bajé la cabeza, desolado.

—"Solo una confesión", dices... —murmuré mirando a otra parte—. Como si fuera lo más normal del mundo...

—Desmond, entiendo que ella sea tu novia y que la quieras mucho. ¡Y ella también te quiere, evidentemente! —Me sonrojé—. ¡Así que estoy completamente seguro de que algo ha pasado entre vosotros para que me haya confesado sus sentimientos! ¡Seguro que solo ha sido una tontería vuestra! —me dijo con firmeza—. ¡Arréglalo, por favor!

Por un momento, empecé a imaginármelo como si se tratara de una película, pero terminé sacudiendo la cabeza rápidamente.

«¡No, no! ¡Eso es imposible!», pensé.

—¿Acaso... —le miré— no la quieres?

Me miró sorprendido.

—¡¿Cómo la voy a querer?! —Le miré amenazantemente—. Qui... quie... quiero decir... Yo la quiero, pero... como una amiga..., no como algo más...

Suspiré y me acomodé en el asiento.

«Menos mal...», pensé aliviado, sin embargo, le miré seriamente.

—Pues tienes que aceptarlo, Lockridge. Anya te quiere y yo te pido que... no le destroces el corazón —dije.

Me miró con tristeza.

—¿Y... cómo pretendes que la rechace sin destrozarle el corazón? —me preguntó.

Lo miré.

—No quiero verla llorar. Busca la forma. Para algo eres el listo de la cuadrilla. —Me levanté y me dirige fuera del lugar.

~~~

NARRA ANYA

Después de desayunar, estaba en mi habitación junto a Becky y Mira recogiendo nuestras cosas y metiéndolas en las maletas para ya marcharnos. Lo bueno era que ya me sentía mejor, es decir, que no sentía ningún tipo de dolor o malestar en mi cuerpo.

Sacamos las maletas fuera de la habitación y nos sentamos en unos bancos para esperar a los demás.

—Ayy, el viaje se me ha hecho muy corto... —se quejaba Mira mientras aceptaba un chicle que Becky le había ofrecido.

—Anya cree que ha sido muy movido y estresante —comenté.

Las dos se callaron.

—Vamos, estudiantes, hay que llevar las maletas al autobús... —dijo un profesor fuera del hotel.

Dejamos las maletas dentro del autobús y, a continuación, entramos.

—¡Atrás, atrás, atrás! —nos decía Mira, empujándonos, para que cogiéramos los asientos de atrás del autobús.

Nada más sentarnos, los chicos aparecieron y también se sentaron cerca de nosotras.

—¡Noo, yo quería sentarme con mi Keeen! —se quejó Mira viendo a Ken sentarse al lado de la ventanilla con Ewen.

—¡Miiiraaa! —dijo él exagerando.

«Esto parece una telenovela dramática», pensé.

—¡Y yo quiero sentarme con Emile! —dijo la otra a mi lado.

—¡Beeeckyyy! —dijo Emile quien estaba al lado de Andrew.

«Ugh..., qué ruidosos son», pensó Damian.

—Vale, pues ya me muevo yo... —dije levantándome y dirigiéndome al asiento de Emile.

Miré alrededor, encontrándome con Andrew a mi izquierda y Damian a mi derecha.

«Vaya, no me había dado cuenta de esto...», pensé incómoda mirando a todas partes. «Este viaje va a ser largo...».

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora