Capítulo 12

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NARRA DAMIAN

Tenía el corazón acelerado y, en general, estaba más nervioso de lo habitual. Era obvio que se debía a que estaba en la habitación de una chica, con esa misma chica delante de mí, y disculpándome de la manera más absurda y ridícula posible.

Nada más pedirle perdón, recordé lo que mi padre me dijo una vez en Navidad:

—Me parece una falta de respeto lo que le has hecho a Forger, Damian. No solo has sido un maleducado con ella, sino que además, has estado actuando por tus propios intereses continuamente. En ningún momento has pensado en lo que ella podía estar sufriendo, o si ha tenido algún malestar por ti o por nadie. Y, al contrario de ti, ella ha estado ahí por si cualquier cosa te ocurría: te llevó a la enfermería, se preocupó por ti, te ayudó, te socorrió...

—Pe... pero ella... me dio un puñetazo el primer día.

—Pero te pidió disculpas, ¿no es así? Te suplicó que le perdonaras... Y tú, siendo un cobarde y descortés, no aceptaste sus disculpas. Creo que no eres consciente aún de la importancia que tiene pedir perdón y aceptar las disculpas de otro. A veces eso es lo que hace que una relación de cualquier tipo sea estable y saludable. No te olvides de ello.

Así es. No le pedí perdón. En general, nunca le había pedido perdón por muchas cosas que le hice cuando éramos niños. Demetrius tenía razón: el cambio es bueno. Tenía que cambiar. Si lo hacía, podría abrir mi corazón y descubrir esos sentimientos tan inexplicables que habitaban en mi corazón. Quería descubrirlos. Lo deseaba.

—Anya, sé que te olvidaste de mí.

Pero antes, debía decirle quién era en realidad.

—¿Cómo? —preguntó ella.

—Me has olvidado, pero no te preocupes. Ha pasado mucho tiempo y... nunca fuimos nada más que compañeros de clase. Nunca llegamos a ser amigos. Es normal que me olvidaras.

La miraba con tristeza.

—¿Dices... que me olvidé de ti? —preguntó con una expresión triste—. ¿Cómo... se te ocurre pensar que podría olvidarme de la persona a la que le confié mi mayor secreto?

Sentí cómo se detenía mi corazón. Los ojos de Anya se llenaron de lágrimas mientras que yo pensaba que iba a hacer lo mismo.

De pronto, el recuerdo de que me llamó "Segundo" hace un momento vino a mi mente.

Me recordaba... Anya me recordaba...

—¿Me... me recuerdas?

Anya miró a otra parte con un leve sonrojo en las mejillas.

—Eres un estúpido, Segundo —dijo de repente, quitándose las lágrimas—. Un verdadero estúpido.

Bajé la cabeza para ocultar mi rostro. Estaba sonriendo de felicidad.

—¿Cómo... me recordaste? —dije.

Ella me miró.

—No fue nada del otro mundo —dijo ella—. ¿Cómo pudiste pensar que tras invitar a nuestros amigos a tu casa, decirles que sabía quiénes eran, no me iba acordar de ti, tonto?

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora