Capítulo 57

2.9K 287 204
                                    

NARRA DAMIAN

El colgante de Munster, también conocido como el colgante de los Desmond, se trata de una reliquia que ha ido siendo heredada en generación en generación durante la historia de los Desmond. Me acuerdo de que mi abuela me contó que se lo regaló a mamá tras enterarse de que se había enamorado de papá, pero no supe nada más acerca de esa anécdota. Lo único que sabía era que ese colgante simbolizaba la confianza y buena vida para la próxima pareja Desmond. Era como decirle a la pareja de tu hijo o hija que confiabas en ella y que dabas tu bendición.

Tras darme cuenta de que mamá le dio el colgante a Anya, no pude evitar enloquecer. Había empezado a sospechar que Anya le contó algo a mamá sobre mí el día en el que las dejé solas en la habitación de mamá con el colgante que acabábamos de encontrar en la piscina. No quería anticiparme, pero sin duda era algo que no podía evitar pensar. Nadie en la historia de los Desmond había confiado el colgante de Munster a alguien a la ligera. Algo tuvo que haber pasado entre Anya y mamá para que le regalase algo tan valioso como ese colgante.

—Pues para ti —dijo Anya de repente dándole el colgante a Sara.

Todos nos quedamos boquiabiertos.

Eso jamás había pasado. Cuando a alguien se le había otorgado el colgante, no podía regalárselo a nadie más. Era suyo permanentemente.

—Cuñadita, no puedes hacer eso. Es tuyo para siempre —le dijo Demetrius, devolviéndole el colgante a Anya.

—Pero... yo... —me miró, haciendo que me sonrojara— no sé por qué lo tengo. De hecho, pensaba que este colgante no se trataba de ese..., sino que otro.

Mamá seguía mirando a otra parte, haciéndose la interesante.

«Necesito que me explique de qué va todo esto», pensé.

—Eso no es excusa. Es tuyo y listo —le decía Demetrius.

Sara miraba a Anya con envidia, pero acabó sentándose al lado de Demetrius.

—¿Seguro que no puedo dárselo? —preguntó Anya—. No lo necesito, de verdad.

Todos negaron con la cabeza mientras que yo le sonreía a Anya dulcemente.

—No, así son las normas —sentenció papá.

Anya miró al colgante.

—Pues sí que es valioso... ¿Pero qué pasaría si se me cayera al agua, si se rompiera o si me lo robaran? —preguntaba ella. Cada pregunta se sentía como un flechazo al corazón—. Porque, de hecho, eso mismo fue lo que pasó con el colgante. Lo encontré en la piscina con el Segundo...

Papá suspiró y miró a Anya.

—Anya, prométenos que nada de esas cosas le pasarán al colgante. Ahora llevas mucho valor encima. Todavía son indescifrables los años que tiene este colgante. Es algo que durante mucho tiempo hemos intentado saber y que nunca hemos descubierto. Debes guardarlo o conservarlo en un lugar en el que esté fuera de peligro —explicó.

Anya se quedó pensando.

—No conozco ningún lugar así. ¿Y si simplemente lo llevo en la mochila del cole? —preguntó ella inocentemente.

Papá suspiró con ganas de llorar.

—Anya, puedes guardarlo en nuestra caja fuerte temporalmente —sugirió papá.

—Ah, vale —dijo ella y siguió comiendo. En un momento dado, miró a Sara—. Por cierto, ¿tú no eres la hermana del Segundo?

Todos nos callamos.

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora