Léeme - Damian x Anya

Capítulo 40

NARRA DAMIAN

Flashback

—Demetrius, mañana es San Valentín y...

Mi hermano chismoso me sonrió con malicia.

—¿Y? ¿Te pasa algo al respecto?

—No, nada. Solo te avisaba... por si tenías a alguien en mente...

Demetrius suspiró.

—¿Te preocupa algo? —No dije nada—. ¿Te preocupa que mañana Anya no te dé chocolates?

Pestañeé sin poder creerme lo que había dicho.

—¡Claro que no! ¡Eso no me importa ni me preocupa nada! ¡Además, seguro que acabaría en el hospital si comiera algo suyo! —exclamé.

—Sí..., claro —dijo mi hermano—. Piensa lo que quieras al respecto, pero... ¿qué crees que pasaría si te diera los chocolates y te dijera que son Honmei?

Me sonrojé bastante.

—¡Obviamente eso no pasará!

Demetrius se rio y salió de mi habitación.

—Piénsalo.

Fin del flashback

Era como si todo a mi alrededor se hubiera detenido. No dejaba de darle vueltas a mi cabeza. Solo podía mirar a Anya y sus chocolates en las manos. Mi corazón no tardó en palpitar con fuerza. En un momento, ya sentía mil y un sentimientos diferentes. Era todo tan confuso...

En ese momento solo podía pensar en la conversación que tuve con mi hermano ayer, lo cual mi cabeza no pudo evitar darle vueltas a lo que Anya podría decir. Quizás no le hubiera dado tanta importancia a su respuesta si no fuera por las cosas que mi hermano me dijo acerca de los chocolates Honmei.

No sabía cuánto tiempo había pasado ya que, como dije antes, todo a mi alrededor se había detenido. Pronto, miré a los ojos de Anya, aquellos que iluminaban y brillaban tanto. ¿Por qué sentía como si intentara hablar conmigo mediante su mirada? Era como si fuera capaz de entrar en mi cabeza y ser capaz de leer cada cosa que pensaba sobre ella.

—Señorito, te has quedado de piedra —me dijo de repente Emile.

—¡No estaba de piedra! —mentí y regresé mi mirada a la enana adorable y molesta que tenía delante mío.

—Segundo, he venido a darte estos chocolates... aunque sigo sin entender lo que hacéis aquí con tantos chocolates y... —dijo ella mirando alrededor suyo.

Me ruboricé disimuladamente. Todos me estaban mirando.

—Por favor, acéptalos —me decía ella, extendiendo los chocolates.

—¡Primero tienes que decir de qué tipo son! —me dijo Ewen.

—¿El tipo? —preguntó ella.

«Esto... esto me está poniendo nervioso... ¡Y no debería ser así!», pensé.

—No sé... ¡Ah, el tipo! —dijo ella, aparentemente recordando algo.

Miró su mano, pero, eso hizo que se pusiera aún más inquieta.

—¡Se me borró! —dijo, confundiéndonos a todos.

—¡Como sigas haciendo perder el tiempo al jefe, te echaremos! —la amenazó Ewen—. ¡Todavía hay chicas que quieren darle chocolates al señorito!

Anya miró hacia atrás, encontrándose con un montón de miradas de niñas que intimidaban.

—Segundo..., yo... no me acuerdo del tipo de chocolate que era este, pero... quería decirte que... los he hecho a mano... de forma de agradecimiento... por ser... a veces... bueno conmigo —dijo ella un poco nerviosa.