Capítulo 95

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NARRA ANYA

—No eres un idiota, Segundo —dije con una sonrisa forzada—. La idiota he sido yo por no haberme dado cuenta de tus sentimientos antes.

Él me miraba con mucha tristeza.

—Por lo menos..., ahora me siento mejor después de habértelo dicho.

Me acarició la mejilla suavemente.

Intenté no llorar.

—Segundo... —murmuré bajando la cabeza y respirando profundamente—, ¿por qué dices... eso?

Me miró extrañado.

—¿Eh?

—¿Por qué dices que te encuentras mejor después de decirme cómo te sientes? —pregunté fijando su mirada con la mía.

Dejó de acariciarme la mejilla.

—Eh... porque... llevo mucho tiempo... queriendo decírtelo y porque...

Tenía ganas de llorar.

—Las cosas habrían sido mucho menos complicadas si nunca te hubieras enamorado de mí. Podrías haberte enamorado de una chica alta, adinerada, superfamosa y vivir tu vida de multimillonario a su lado... —susurré intentando calmarme—. Te habrías casado y convertido en uno de los políticos más queridos y respetados del país. Habrías formado una familia, habrías criado a tus hijos con mucho amor y los habrías visto crecer con el paso del tiempo... Habrías sido... mucho más feliz. —Me miraba seriamente, sin mover un solo músculo—. Y, en cambio, yo... —dije con la voz quebrada— no creo que sea... capaz de darte ni la mitad de... toda esa felicidad... que te mereces.

Damian suspiró y se acercó a mí para darme un ligero abrazo.

Me sorprendió al principio, pero, afortunadamente, acabó tranquilizándome por completo.

—Anya, jamás vuelvas a decir eso —dijo unos segundos después—. Me enamoré de ti desde que éramos unos críos... —sentí cómo se aceleraba mi corazón—, así que te aseguro que no hay ni habrá nadie más capaz que tú para hacerme feliz. Da igual que seas más pobre o más adinerada que el resto. Eso no me importa nada. Siempre te querré por cómo eres. De eso nunca dudes y espero que me creas.

Empecé a llorar, pero me aparté de él de un empujón, haciendo que se sorprendiera mucho.

Le miré a los ojos con mucha tristeza.

—¡No te puedo corresponder, Segundo! ¡Es por eso que te mereces a alguien mejor que yo! ¡No podemos estar juntos! —exclamé sollozando.

Enseguida vi cómo se le humedecían los ojos a Damian.

Bajó la cabeza, desvió la mirada y suspiró.

—Eso ya lo sabía, Anya. Pero tranquila porque... solo vine aquí a decirte lo que sentía por ti. No me esperaba que me correspondieras. Además... —me miró—, yo tampoco sé cuándo volveremos a vernos.

Empecé a llorar como una niña pequeña. Damian se me acercó y me pasó unos pañuelos por los ojos.

—Sé que tiene que estar siendo muy duro para ti todo esto... Lo entiendo perfectamente. Pero sé que serás muy feliz en Francia. Volverás a encontrarte con tus compañeros de clase, estarás en familia y... ¿Quién sabe? Quizás te enamores de alguien con quien pasarás el resto de tu vida.

Levanté la mirada y vi cómo Damian forzaba una sonrisa.

—No vuelvas a decir eso, Segundo... No me enamoraré de nadie... —le aseguré, haciendo que él me mirara sorprendido— ¡porque yo...!

Mi móvil empezó a sonar.

«¡AY!, ¡¿POR QUÉ?!», pensé y contesté a la llamada, furiosa.

—¿Quién es? —pregunté altamente.

—Anya.

Mi corazón se detuvo. Era mi padre.

«Ay, no... ¡¿Ya es la hora?!», pensé.

—¿Dónde estás? Te estamos esperando abajo. Vámonos.

Me giré y miré a Damian con tristeza.

Él me sonreía, dando a entender que entendía lo que estaba pasando.

—Enseguida bajo... —murmuré y colgué.

Seguía mirando a Damian.

—Deberías ir yendo... —musitó él—. Lo mejor será que tu padre no me vea, así que...

Corrí a los brazos de Damian y le volví a abrazar con todas mis fuerzas.

—Te... extrañaré... mucho... —susurré en su oído evitando llorar otra vez—. Y... gracias... por... fijarte en mí...

Él correspondió mi abrazo y enterró su cara en mi hombro.

—No... me olvides..., Anya...

«Ay, no... ¡Voy a llorar!», pensé y me separé de él.

—Jamás te olvidaré, Segundo —dije dirigiéndome a la salida y girándome hacia él por última vez—. Hasta pronto...

Él se quedó mudo, sin saber qué decir.

«Da igual cuándo ni dónde nos volvamos a ver, Anya. Prometo que no dejaré de quererte...», le escuché pensar por última vez. «Y yo nunca... rompo mis promesas».

Me quedé unos segundos observándole, paralizada, pero terminé esbozando una sonrisa triste y bajé las escaleras corriendo sin mirar una sola vez atrás.

~~~

NARRA DAMIAN

Unas horas después, seguía en la mismo lugar sin parar de llorar. No dejaba de darle vueltas a lo que pasó.

Me declaré a Anya... muchas veces y ahora... no tenía ni idea de cuándo iba a volver a verla.

Recibí un mensaje de mi hermano.

Demetrius: ¡¿DÓNDE DEMONIOS ESTÁS?!

A pesar de que estuviera llorando, le contesté:

Yo: En el aula de segundo de primaria.

En menos de un minuto, no solo él, sino que aparecieron todos a la vez.

Me quedé sin respiración.

Estaban Becky, Emile, Ewen, Demetrius, Lockridge... ¡E incluso mis padres!

—¡¿MI CUÑADITA YA SE HA IDO?! —preguntó Demetrius con muchos pañuelos en las manos.

No dije nada. Solo giré mi cabeza y seguí mirando por la ventana.

Enseguida, todos empezaron a llorar.

—¡¡¡NOOOOOOOOOOOO!!! —exclamó Demetrius llorando y armando un escándalo.

—¡No he podido despedirme de ella! —se quejó Becky llorando.

—¡Anya...! —dijo Ewen sollozando en un rincón.

—¡¿Por qué?! —lloraba Emile cerca de Becky.

Lockridge también derramó varias lágrimas mientras se comía una pera.

—Hijo —me dijo papá junto a mamá, mirándome con atención—, ¿te le has confesado?

Les miré y asentí en silencio.

Todos dejaron de llorar y prestaron atención a la conversación.

—¿Y qué pasó después? —preguntó mamá.

Desvié la mirada.

—Anya... me dijo que no podía corresponderme..., pero que no se iba a olvidar de mí...

Demetrius empezó a armar un escándalo y siguió llorando dramáticamente.

—¡¡¡CUÑADITAAA!!! —exclamaba con todas sus fuerzas.

Suspiré y me llevé ambas manos a la cara para intentar tranquilizarme.

«Esta vez... cumpliré la promesa que te hice, Anya. Da igual dónde estés, da igual el tiempo que pase, da igual cuán lejos estés de mí... Prometo seguir queriéndote y... únicamente a ti», pensé.

Léeme - Damian x AnyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora