Léeme - Damian x Anya

Capítulo 44

NARRA ANYA

Por fin el día que tanto había estado esperando llegó. En cuanto les dije a mamá y papá que iría a la casa de Damian a cenar, papá puso una cara que jamás pensé que sería capaz de poner.

—Anda, entonces ese tal "Segundo" era Damian... —dijo mamá—. Ese chico tan encantador que te trajo a casa después de haberlo ayudado en la enfermería, ¿cierto?

Asentí contenta. La paz mundial estaba a un paso de mí y tenía que hacerlo todo con cautela y sensatez. No podía dejar que nada malo ocurriera.

—Anya, te llevaré yo a la casa de los Desmond —se ofreció papá.

«¡Ya por fin lograré completar la misión!», pensaba él felizmente.

—¡Claro...! —exclamé feliz, sin embargo, abrí los ojos, estupefacta, al recordar algo.

«¡Chi chi no puede venir! ¡Se supone que yo era la hermana del Segundo! ¡Si llegara a enterarse de eso...!», me dije asustada.

—Perfecto. Pues ve preparándote que si no, llegaremos tarde.

«¡Finalmente la paz mundial sucederá!», pensó papá.

Asentí sin saber qué decir. Lo que parecía que marchaba bien, podía resultar en una catástrofe.

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Al final, mamá se quedó en casa y papá me llevó a la mansión de los Desmond. Papá me dijo que me pusiera algo elegante, pero yo no podía dejar de preocuparme de las cosas malas que podían suceder.

Por otro lado, era gracioso escucharle a papá pensar que las cosas marchaban bien, pero que, por otro lado, quería asesinar a Damian.

Solo esperaba que esta noche papá pudiera conocer mejor a Damian.

Nada más llegar, me quedé de piedra observando la mansión de los Desmond. Era como un castillo. Enorme.

Un sirviente que estaba en la puerta se nos acercó y nos pidió nuestra información. Papá le dijo que éramos los Forger y que nos invitaron a la cena.

—Forger —dijo Donovan Desmond, apareciendo desde la puerta y observándonos sin inmutarse.

—Oh, buenas tardes, señor... —saludó papá formalmente.

—¡Donovan! —exclamé, corriendo adonde él para abrazarlo.

Papá se quedó de piedra, mirándonos a los dos abrazados.

«Creo que estoy soñando ahora mismo», pensó papá en shock.

—Buenas tardes, señorita —me saludó él de manera encantadora—. Tú también eres un invitado, señor Forger. Entra.

Cuando papá volvió a la realidad, entró a la casa totalmente atónito.

Me dirigí adonde papá y le miré con mi sonrisa de victoria.

—¿Desde cuándo eres su amiga, Anya? —me susurró.

—Desde Navidad —respondí felizmente.

Papá miró a su alrededor, analizando si esto era una trampa o no. Buscó las cámaras, los sirvientes que podrían estar observándonos... Lo analizó todo, pero, finalmente, llegó a la conclusión de que no había peligro.

«Esto parece que va en serio...», concluyó sin poder creérselo.

—¡Guau! ¡Esto es una pasada! —escuché a alguien decir desde fuera.

Me asomé por una ventana y vi que era Mira.

«¡Peligro, peligro, peligro!», exclamé mentalmente.

—¡Chi chi, vamos allí! —le dije, señalando un pasillo a nuestra derecha.